martes, 8 de octubre de 2013

LA INVENCIÓN DEL FOLCLORE

Más que un exhaustivo relevamiento de obras y protagonistas, el libro de Oscar Chamosa Breve historia del folclore argentino revela los cruces que propiciaron la aceptación social del género, las reivindicaciones que lo sostienen y lo que invisibiliza.

Por 
 Sebastián Feijoo


El título, como tantas veces, resta más de lo que suma. Funciona como puente hacia un imaginario que le juega en contra. Breve historia del folclore argentino (Edhasa) no es un reflejo del desarrollo del género, con apartados dedicados a sus figuras más emblemáticas y relevamientos discográficos. Sí, en cambio, propone una observación profunda que pone su foco de atención entre los años 1920 y 1970, desde donde el historiador Oscar Chamosa analiza cómo se estableció dentro de la cultura popular del siglo XX la música nacida en las provincias del noroeste argentino. Sus orígenes, formas de circulación, la complejidad de su legitimación y los múltiples cruces que articulan música, política, identidad e ideologías. Chamosa no clausura el tema. Propone una perspectiva valiosa para entender la génesis del género y –en definitiva– entender sus posibilidades.
“En el medio siglo que va desde el festejo del centenario de la independencia al sesquicentenario en 1966, el movimiento folclórico recorrió una trayectoria de continua expansión en tamaño, diversidad y convocatoria. En distintas expresiones artísticas y académicas, los trabajadores criollos de diversas regiones del país aparecían representados con mayor grado de detalle y verosimilitud, sin embargo se mantuvo la distancia entre el sujeto representado por el discurso y la representación misma, que no dejaba de ser una idealización fundada en presupuestos filosóficos de origen europeo y circulación transnacional. El folclore argentino se inició tímidamente bajo el signo positivista y adoptó el andamiaje romántico-nacionalista por impulso de los intelectuales de la Generación del Centenario. Los empresarios azucareros dieron el impulso político para que una tendencia intelectual recibiera apoyo oficial a nivel provincial y nacional. Esto ocurrió durante los gobiernos conservadores de la década del ’30 (…). Los folcloristas dependientes de los azucareros crearon un arquetipo de criollo rural que enfatizaba los orígenes europeos y católicos de la cultura criolla menospreciando el mestizaje con las culturas originarias e ignorando completamente la influencia africana”, establece el libro.

Justicia histórica. Pero la visión de Chamosa no es tremendista. También acuerda con el Manifiesto del Movimiento Nuevo Cancionero (lanzado en 1963 y en el que participaron activamente Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez y Manuel Oscar Matus, entre otros) en que al reivindicar al criollo el folclore también corporizó “un acto de justicia histórica con un pueblo marginado”. Aunque los protagonistas ya no eran los mismos: “Los sujetos del movimiento folclórico no eran ya los gauchos del pasado heroico –puntualiza el autor–, sino los peones de estancia bonaerense, los zafreros de Tucumán, los quichuistas santiagueños, los vallistos calchaquíes, los mineros de la Puna, los cosecheros cuyanos, los hacheros del Chaco, los yerbateros de Misiones, los pescadores del litoral, los ovejeros de la Patagonia, entre otros hombres y mujeres criollos que habitaban en la intersección entre el capitalismo agrario y la economía de subsistencia. Pequeñas comunidades con nombres como Chilca Juliana, Salavina, Sanagasta, Acheral y Animaná”.
Chamosa nació en Buenos Aires y en la actualidad es profesor de Historia Latinoamericana en la Universidad de Georgia (EE.UU.). Para su doctorado escribió una tesis sobre las Políticas culturales en la industria azucarera durante la primera mitad del siglo XX. La investigación para Breve historia del folclore argentino incluyó una profunda investigación en Tucumán, Buenos Aires y un relevamiento de material de archivo en EE.UU. En el texto, el autor también revaloriza el aporte de trabajos clave realizados por musicólogos, como los Cancioneros populares de Juan Alfonso Carrizo (entre 1928-1941), la Música tradicional argentina, de Isabel Aretz (1946), y el Folklore del carnaval calchaquí, de Augusto Cortázar (1949). Chamosa asegura que a partir de estas investigaciones, el norte argentino termino de consagrarse como el lugar donde las tradiciones nacionales “permanecían vivas y donde residía el verdadero espíritu de la argentinidad”.

El gran boom. El autor destaca el boom que el folclore vivió en los años ’60 y le pone nombre y apellido. Chamosa sostiene que los representantes más emblemáticos de ese momentos son Los Cantores de Quilla Huasi. No sólo porque fueron los más exitosos en términos de ventas, sino por el equilibrio que su música alcanzo entre lo que por entonces se entendía como corrientes tradicionalistas y de vanguardia. En su primer etapa, los Quilla Huasi se definían como un “grupo andino” –su instrumentación incluía quena y charango–, pero pronto sumaron guitarra, bombo y voces armonizadas, una marca de la época, pero ejecutada con una calidad interpretativa que los distinguía. Para definir aquellos años, Chamosa pone a Los Cantores de Quilla Huasi como el centro de gravedad de la escena, con Los Chalchaleros a la derecha como una expresión más populista y los Huanca Huá a la izquierda, persiguiendo nuevas formas.
Breve historia del folclore argentino cierra con una postal que establece un punto de inflexión para el género y la Argentina toda: “El Festival de Cosquín de 1977 se reunió, como de costumbre, con récord de público y recaudación; los críticos continuaban debatiendo sobre si era apropiado llamar o no folclore a algunos conjuntos o géneros que se presentaron y nadie pareció reparar, o al menos reconocer en público, la ausencia de Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez y Atahualpa Yupanqui. Las torturas a que eran sometidos los trabajadores azucareros tucumanos acusados de colaborar con las guerrillas no encontraron eco en ese escenario, donde tantas veces se había cantado en su nombre”.

Nuevo escenario. En una reciente visita a la Argentina, sin desentenderse de un presente complejo donde conviven hallazgos y tergiversaciones, Chamosa destacó un nuevo punto de partida para el género y un presente y futuro más amigables: “La vuelta de la democracia llevó a una combinación de varias cosas, una de ellas es el retorno del Nuevo Cancionero con bastante más fuerza, que se transformó en un vehículo para hablar de las distintas culturas argentinas. Esto se da en un contexto en que a nivel mundial se promueve la multiculturalidad, con las organizaciones multilaterales de crédito como mayores promotores. Hay un proceso a dos manos: los grupos étnicos en distintos países latinoamericanos están encontrando formas de expresarse política y culturalmente en forma autónoma y emancipatoria, pero al mismo tiempo hay un contexto internacional nuevo que permite que esas formas se conjuguen en un nuevo discurso de la nacionalidad, que es el multiculturalismo”.
Fuente: Miradas al Sur.

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