lunes, 23 de septiembre de 2013

BARES SECRETOS: PARA BEBER TRAGOS CON ESTILO AHORA HAY QUE TENER LA CLAVE

Están ocultos, hay cada vez más y ofrecen la mejor coctelería. Clarín los visitó esta semana. Sepa cómo ingresar.


Formas inesperadas de llegar a un bar: pasar a través de las puertas de un armario antiguo. O atravesar una florería de Plaza San Martín. Levantar el tubo de un teléfono público y decir la palabra clave. O mostrar la credencial de socio en un local que, desde afuera, parece otro galpón abandonado de Palermo. En el fondo, lo que está en juego son esos segundos de misterio e incertidumbre, y esa sensación de recién llegado a un lugar inesperado y deslumbrante. La sorpresa de encontrar un bar que te recibe con música de otro tiempo, la iluminación justa y cocteleros que preparan los mejores tragos de la ciudad. Un poco de esnobismo, es cierto, mezclado con la idea de pertenencia a un grupo selecto. Pero también, una cuestión lúdica, un juego y el atractivo de buscar una alternativa diferente entre la inmensa oferta de bares de Buenos Aires. La moda de los bares secretos –conocidos como “speakeasies” y nacidos originalmente en Estados Unidos para transgredir la ley seca– se instaló en la ciudad y hay cada vez más para visitar. Como cualquier otro bar que se gana su prestigio, en estos casos el dato viaja de boca en boca. Alguien que estuvo y que sabe el truco para llegar. Y así fue como llegamos a cada uno de ellos.
Para entrar a Frank´s (Arévalo 1445) hay que seguir las pistas por Facebook o Twitter y dar con la contraseña adecuada (esta semana fue Sam Wood, un director de cine). Es un lugar deslumbrante, de esos en los que uno vuelve a convencerse de que Buenos Aires es algo más que una ciudad sudamericana. De hecho, Frank´s quedó elegido en el puesto 36 entre los mejores bares del mundo. El estilo es la clave: decorado con esas cosas que uno siempre vio en las casas de los abuelos (vasos, copas, cucharas, ceniceros) y también con detalles modernos, todo combinado para esa categoría intangible pero fácilmente reconocible como “buen gusto”.
La clave de estos bares también la da la coctelería exclusiva. En Harrison (Malabia 1742), un bar “oculto” detrás de un restaurant de sushi, al que se accede a través de una compuerta secreta, está uno de los mejores barman argentinos: Sebastián García, bigotitos finos y lookeado con moño y tiradores, hace de la barra un arte especial. Más que preguntarnos qué queremos tomar, nos dice “¿A dónde quieren viajar?” y a partir de ahí sugiere un trago. Por ejemplo, el Gin Aromatic Tonic ($85), una variedad con “aceites aromáticos especiales”. O el Cynar Smash ($70), con Cynar, menta fresca, azúcar negra y aceite de pomelo rosado. Mientras tanto, suena jazz de los años 20 y nadie parece desesperado por escuchar los hits del momento.
“Los que llegan a este tipo de bares buscan una coctelería especial”, explica Julián Díaz, de 878 (Thames 878; en sus inicios tenía una parte trasera “secreta”) y Florería Atlántico (nada en la puerta de Arroyo 872 marca la presencia de un bar; venden también flores y LP´s). “La complejidad de la coctelería tiene también una idea afín a cómo nacieron estos lugares. Durante la ley seca se inventaban tragos justamente porque no siempre estaban todos los ingredientes de los tragos clásicos”, dice Díaz. “Estoy en contra de la cosa excluyente. Esto pasa más por tomárselo como un juego, llevar a alguien a un bar y sorprenderlo”, aclara.
De afuera, Korova (Ramseyer 1475, Vicente López) no es un bar, sino un paredón pintado de blanco. El único indicio es una copa de Martini dibujada y detrás de la puerta, una fórmula que su dueño resume como “música indie, coctelería y buena onda”. “Nacimos así y sumamos público con el boca en boca”, dice Rodrigo Gómez Peña.
El concepto de The Club House (Costa Rica 4651) tiene puntos en común con esta tendencia. Más que un bar, es un club exclusivo al que hay que asociarse (3.600 pesos por año, $5.400 si es una pareja). Los requisitos de admisión no tienen que ver con la capacidad adquisitiva, aclaran sus dueños. “Tienen que ser personas interesantes, con un perfil atractivo. Llenan una solicitud vía Web y después vienen a una entrevista personal”, dice la gerenta Leentje Michiels, una belga que ya lleva siete años en Argentina. El club ya tiene 180 socios, que disfrutan detrás de la barra del mítico bartender belga Pite van den Bossche, que antes estuvo en el exclusivo restaurante Green Bamboo. Los bartenders son como estrellas de fútbol, que pasan de un bar a otro porque su presencia implica prestigio para la barra que trabajan. Ellos también son parte del secreto.
Fuente: Clarín.

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