martes, 13 de agosto de 2013

CRIANZA EXTREMA

La polémica Maternidad Natural. Desde los partos en casa hasta una alimentación sin leche de vaca pasando por negarse a la vacunación obligatoria, la tendencia, apoyada en la medicina ayurvédica y la crianza con apego, crece en el país. ¿Vuelta a las raíces o esnobismo egoísta?


POR FLORENCIA GUERRERO

Duérmete mi niño que tengo que hacer, lavarte la ropa, ponerme a coser…”, repetían esos versos que antes, muchas décadas atrás, tararearon miles de mujeres y hombres. Como las canciones de cuna, las tradiciones de crianza se reproducen generación tras generación pero, apoyadas en las demandas sociales y culturales, abren debates y obligan a repensar el modo de vinculación filial. Ser padres hoy parece haber quedado en las antípodas de las enseñanzas de la abuela. Aquí y ahora poner límites parece estar prohibido, igual que destetar antes de los 3 años o pensar en la leche recién ordeñada como alimento saludable. Ni hablar de la exigencia por un Parto Respetado, que esta semana estuvo en agenda debido a que muchos padres no están de acuerdo con las prácticas en los hospitales, por lo que reclamaron poder elegir opciones como dar a luz en sus hogares.

La pelea por volver a los orígenes tiene directa relación con el elevado índice de cesáreas. El cálculo que realizan los partidarios del parto humanizado es simple: en el ámbito privado de la salud, entre 50 y 90 por ciento de los nacimientos terminan en intervenciones quirúrgicas, por lo que de 10 nacimientos sólo uno es por parto natural.

En el sistema de salud pública no es muy diferente, allí el porcentaje varía entre el 20 y el 50 por ciento, dependiendo de la institución. “En los partos humanizados logramos que solamente el 5 por ciento resulte en cesárea: gracias a eso se respeta la voluntad de los padres y lo que representa la naturaleza humana”, explica la obstetra ayurvédica Gabriela Kozyra. Las estadísticas le dan la razón: según la Organización Mundial de la Salud, el 85 por ciento de las mujeres llega al parto sana y sólo el 15 por ciento restante puede requerir intervención.

Si bien las muertes durante el alumbramiento disminuyeron debido a la institucionalización del parto, la humanización en la llegada de los hijos no está garantizada ni por la prepaga más costosa. “En el caso de los partos en casa, el tratamiento es muy personal –dice la obstetra–. Las parteras no asistimos a más de tres o cuatro partos por mes porque cada bebé nos demanda un seguimiento intensivo. No somos una máquina de traer niños al mundo, sino que elegimos trabajar a conciencia, de modo responsable”. El trabajo cuesta unos 5.000 pesos y no lo cubren las obras sociales ni prepagas. Un relevamiento realizado por la ONG Familia por el Derecho a Elegir expone que el año pasado, de los 876 nacimientos registrados en casas particulares, 89 por ciento concluyó en el domicilio y sólo en el 2 por ciento de los casos hubo traslados de emergencia, antes y después del nacimiento, a instituciones. En esos casos eventuales se sustenta el Ministerio de Salud para afirmar que ningún hogar reúne todas las condiciones para un parto seguro.

Pero no todo se agota en ese debate. “Siempre que se pongan en duda estructuras antiguas, habrá polémica”, se excusa Kozyra.

¿Cómo implementar una teoría que obliga a la madre a extender la lactancia hasta los 3 o 4 años de vida de su hijo? Pocos trabajos resisten tal cosa. Muchos de los postulados de esta filosofía son inaplicables para una mujer que, además de ser madre, necesita trabajar. “Las licencias por maternidad obligan a las mamás a volver a sus trabajos a los 60 días de vida de su bebé. Con suerte pueden dar la teta un tiempo más”, explica Kozyra, que en este punto acepta acordar con los especialistas más ortodoxos.

“Tuve muchas horas de trabajo de parto y en el ínterin la obstetra entendió que existía una complicación, así que me llevaron a la clínica. Finalmente supieron que lo que me dolía tanto era un quiste. El nene nació por cesárea, pero no permitimos que le hicieran los chequeos neonatológicos porque nos parece violenta la introducción de sondas a un recién nacido. En la clínica se burlaban, nos llamaban hippies. No fue fácil”, recuerda Luisina Vila, que hace algo más de dos años tuvo a su primogénito, Naohiro. Aquella no fue la primera vez en que debería lidiar con burlas ni complicaciones por su elección. Luego llegarían las peleas familiares para erradicar chocolates y gaseosas de los alimentos suministrados al niño o la necesidad de pedir un certificado al pediatra en el que explicase por qué el Estado debía tramitar el DNI de su hijo, aunque este no tuviera las vacunas. Que no le pondrá nunca.

Si el mentado brujo de Gulubú supiera de otra de las prácticas que pregonan estas tendencias, se haría un festín. La filosofía natural sugiere a los padres no vacunar a sus hijos. Muchos optan por medicinas alternativas como el ayurveda o la homeopatía, que apoyan la prevención o cura a partir del equilibrio de la energía del organismo y sin sustancias medicamentosas. “La homeopatía tiene un valor placebo que no es menor, pero a la vez ese es su límite. Hay que tener mucho cuidado con las modas porque una cosa son las vacunas que activan en el organismo la fabricación de anticuerpos y otra la respuesta natural, cuya cura no es duradera”, advierte la psiquiatra y psicóloga Elsa Wolfberg.

Desde que apareció en los ’50, la Teoría de Crianza con Apego del gurú londinense John Bowlby no dejó de agitar polémica: muchos señalan que esa forma de ser madres olvida que las mujeres, además de dar a luz, trabajan, estudian y tienen vida social. Entre las propuestas más discutibles de esta filosofía están la máxima de extender la lactancia por lo menos hasta los dos años, compartir la cama con los hijos y cargarlos a upa vaya donde se vaya. Noemí Tavassi compró el combo completo hace cuatro años, no bien supo que esperaba a Leonardo. “Con mi esposo pensamos que hasta aquí vivimos para nosotros mismos. Ahora toca que lo hagamos para el nene. Yo dejé de trabajar y me dedico a él. No comemos nada que no esté elaborado en casa, aquí no entran las gaseosas ni los dulces procesados ni cuando mi hijo cumple años, así que en esas fechas especiales cocino todo. Hasta el jugo lo exprimimos nosotros”, dice.

Entre otras cosas, Noemí eligió no alimentar a su hijo con leche o derivados vacunos, según la concepción que sostiene que la leche de vaca contribuye a desarrollar alergias. Cuando dejó de amamantar, complementó los alimentos sólidos con leche de almendras que, como en la Argentina no se fracciona y vende, debe preparar ella misma. “Es imposible de negar la importancia de la leche por su contribución alimenticia”, se enoja la licenciada Carolina Pentreath, nutricionista de la Fundación Favaloro. “Ningún alimento es indispensable ni completo en todos los nutrientes, una alimentación completa y balanceada asegura la presencia de todos con diversos alimentos y preparaciones”.

La controversia incluye un ítem más. Si para nuestros ancestros señalar qué está bien y qué no era la manera de obtener “hombres y mujeres de bien”, hoy para la crianza con apego no es lícito poner límites o educar a través del sistema de premio o castigo. “Como sea, con el chico se razona”, demandan las nuevas opciones culturales ante la mirada aterrada de algunos especialistas. “Los seres humanos nacemos incompletos –señala Wolfberg–. Para acompañar nuestra evolución necesitamos de una figura protectora que esté muy presente, pero existen límites. Es un disparate suponer que una mujer esté con el chico de 4 años prendido a la teta o que no se pueda retar a un hijo. Todos, el chico y la madre, necesitan límites porque el riesgo de la ausencia de estos es altísimo para la sociedad”. Los naturistas responden que la lactancia extendida no es nada nuevo: el Talmud sugería a las madres amamantar hasta los tres años; los mongoles, hasta los 6 o 7 años, y existen estudios que indican que los chinos lo hacían hasta los 9.

Las exigencias cotidianas no son gratuitas. Las extensas jornadas laborales llevan a que muchas familias opten por soluciones rápidas. Para Noemí esa no es excusa: “Si la televisión educa a tus hijos y las cadenas de comida rápida les dan de comer, vos estás eligiendo que eso pase. Como padres, nosotros somos responsables de todo lo que les pasa a nuestros hijos”.

–¿No te preocupa que ciertas prohibiciones lo aíslen cuando crezca?

–Por ahora, la que decide soy yo. Me interesa que coma saludable. Cuando él sea grande y quiera comer una hamburguesa, no podré decir nada. 
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Opinión

Toma de posición esnobista
Por Horacio Repetto
Jefe de Pediatría del Hospital Posadas

A veces ciertos debates no implican más que una toma de posición esnobista. Discutir las prácticas que la ciencia ha demostrado como necesarias para el desarrollo evolutivo de los niños no hace más que sumar a esa creencia que me dieron los años y que en mi trabajo cotidiano en el hospital corroboro. En el hospital no veo estas tendencias, porque aquí los debates pasan por otro lado más pragmático.

¿A quién se le ocurre suponer que la leche de otros animales debe ser prohibida? Eso es desconocer lo que ocurre hace décadas sin mayores inconvenientes para los niños. Siempre uno aspira a la lactancia hasta el primer año de vida, pero en los casos en que no se puede, los derivados de la vaca siguen siendo los mejores.

Yo he atendido casos de chicos que no reciben las vacunas indispensables. Y uno puede dar crédito a los intentos homeopáticos aunque en líneas generales es una teoría que no tiene comprobación científica. Por eso mi posición es de respeto pero no comparto para nada sus métodos. El gran riesgo es que ese tipo de terapias alternativas tomen el lugar de la medicina tradicional. Aunque muchos medicamentos son fogoneados por los laboratorios, es necesario que los padres aprendan que la no vacunación perjudica a sus hijos y a todos los niños que comparten con ellos la vida cotidiana.

Algo similar sucede con los famosos casos de partos en casa. La gente cree que los hospitales son innecesarios hasta que descubre que en la llegada al mundo de un niño existen las complicaciones. Si bien es verdad que antes nuestras madres y abuelas daban a luz en sus hogares, la contención institucional redujo el índice de mortandad. Es indiscutible y la vida de los niños, muchas veces, se juega en estas decisiones.
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Opinión
Cada vez más padres apelan a la medicina natural

Por Liliana Szabó
Médica pediatra homeópata

Cuando aparece un síntoma en un niño, para la homeopatía nos está diciendo que se ha desequilibrado su energía vital. Ese equilibrio se puede romper por cuestiones emocionales, físicas o químicas. Esta mirada homeopática desde incluye prácticas médicas habituales como el examen clínico y estudios complementarios o interconsultas. Pero la mirada homeopática respeta y estimula la curación natural del cuerpo. Los homeópatas estamos desbordados de pacientes: cada vez más padres apelan a la medicina natural. Desean desde el inicio tener el parto en la casa, práctica a la que se ven obligados ante la carencia de centros maternos que respeten al nacimiento como un evento fisiológico. Los chicos que nacen de partos humanizados no invasivos tienen una llegada al mundo mucho menos traumática.Hoy muchos chicos nacen de partos naturales, no reciben ningún tipo de vacunas y perfectamente saludables. Habría que reevaluar la cantidad exorbitante de vacunas que reciben los niños. Hay nuevas enfermedades que están aumentando su incidencia en paralelo con este incremento de dosis recibidas,como la “epidemia” de trastornos de espectro autista, celiaquía y broncoespasmos, mucho más graves que muchas de las enfermedades contra las que se pretende vacunar. En el caso de la lactancia, la leche materna siempre es la mejor opción. Cuando las mamás no pueden amamantar, se puede dar complemento de leches maternizadas hasta el sexto mes y con la incorporación de alimentos sólidos disminuir el consumo de lácteos, reemplazándolos por leches de origen vegetal si necesitan tomar mamadera. Es un mito que necesitamos leche para recibir calcio: está ampliamente presente en la naturaleza. En ninguna etapa de la vida se recomiendan las comidas rápidas o hechas en base a productos refinados. Lamentablemente, en la sociedad de consumo en la que vivimos no hay conciencia acerca del cuidado del ser humano, y paradójicamente los alimentos saludables orgánicos deben pagar fortunas en impuestos para poder distribuirse como tales. Necesitamos recuperar el contacto con la naturaleza y dejar de envenenar los campos y de alterar las semillas.

Fuente: Revista Veintitrés.

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