miércoles, 17 de julio de 2013

POLITICA EXTERIOR Y AUTONOMIA

Argentina en el mundo. Las relaciones internacionales y la política argentina en el período 1989-2001 bajo la lupa de la investigadora del Conicet María Cecilia Míguez, doctora en Ciencias Sociales y licenciada en Ciencias Políticas de la UBA.
 
Por  Alberto Elizalde Leal       
      
El libro Los partidos políticos y la política exterior argentina fue concebido a partir de una tesis doctoral que la autora modificó en función de una toma de posición motivada “por un gran enojo con los ’90, por una sensación de indignación respecto de lo que había pasado con los dos grandes partidos populares de la Argentina, que a pesar de haber sostenido en el pasado el nacionalismo económico y el protagonismo del Estado, de golpe llevaban adelante el proyecto neoliberal”. Lejos de la fatigosa prosa académica y de las modas editoriales, el texto se sumerge de lleno en la génesis y el desarrollo del consenso neoliberal en la Argentina del menemismo y la Alianza y su proyección en el ámbito internacional.

–Lo primero que llama la atención en tu libro es una cuestión de método. Aparecen términos y categorías que parecían haberse desvanecido en las ciencias sociales: bloque histórico, hegemonía, lucha de clases. ¿Se puede decir que se aplica el método marxista?
María Cecilia Míguez:
–Sí, aunque en realidad el enfoque es neogramsciano en términos de relaciones internacionales, pero partiendo de las categorías del marxismo.

–En ese sentido es como una ruptura con cierta tendencia que ha habido en los últimos años a desestimar o minusvalorar el papel del marxismo en el análisis en general de la sociedad y en particular de las relaciones internacionales
M.C.M:
–Sí, claro. La implosión del modelo soviético, el fracaso del socialismo real, derivó también en que la ciencia social abandonara de cuajo categorías que son fundamentales para el análisis histórico, más allá de las implicancias que puedan tener en términos de posicionamientos políticos coyunturales, sino en términos de análisis social, sociológico o de la ciencia política y especialmente en el caso de las relaciones internacionales.

–En el caso específico de las relaciones entre los países, vos aludís a las distintas acepciones que tiene la categoría “autonomía”, hay una referencia sobre Puig, quien fuera canciller de Cámpora y paradójicamente fue quien elaboró un tipo de visión de las relaciones internacionales que no es la más adecuada para entender las relaciones internacionales hoy.
M.C.M:
–Claro, lo que pasa es que lo que elabora Puig tiene que ver con el contexto en el que todavía está presente la dinámica de la Guerra Fría y donde lo que él está pensando fundamentalmente es el margen de autonomía con los Estados Unidos. En ese momento, su objeto de estudio tiene que ver justamente con decir “bueno, hay que ganar márgenes respecto de esta potencia”, y eso le lleva a cometer el error, se puede decir, metodológico, de no entender que no todo posicionamiento que discrepe con Estados Unidos significa un posicionamiento independiente. Una posición antiyanqui no significa necesariamente defender un proceso de autonomía nacional.

–Digamos que tal como se expresa en el libro, la autonomía depende más de un trabajo previo de posicionamiento estructural interno que se proyecta hacia el exterior
M.C.M:
–Sí, en realidad justamente es comprender lo profundo de esa unión entre el proceso político y económico interno y las relaciones internacionales no como dos cosas separadas, sino como que si no hay un proyecto orientado hacia el desarrollo digamos nacional, el posicionamiento es relativo, o limitado podríamos decir.

–Ahí aparece el tema del interés nacional, lo que se define como la conjunción de aquellos factores que hacen al desarrollo interdependiente. Volviendo un poco a la teoría, a lo que son los conceptos, en las teorías sobre autonomía hay algunos aspectos que son justificatorios de cosas que sucedieron y otros quizás que son pensamientos previos, como previsores
M.C.M:
–Lo que pasa es que estamos en un momento de grandes fracturas, éste no es el escenario del 2002, 2003, 2005, sino que es el escenario de una región fracturada, porque tenemos toda una alianza transpacífico lanzada, con lo cual si pensamos sobre todo en países como la Argentina, en este momento, hay un proceso de grandes transformaciones del 2003 hacia adelante pero que todavía tiene continuidades con lo anterior. En términos de la teoría, lo que se está discutiendo fundamentalmente es cuál es la relación con las potencias y con los países de la región. En ese sentido la autonomía a veces es entendida contra los Estados Unidos o por construir alianzas con otro país, cualquiera sea. No es solamente contra los Estados Unidos, porque también tenemos una Unión Europea que busca descargar su crisis en el escenario local, también tenemos a China, ingresando con inversiones en América latina con modos que reproducen la relación centro-periferia, y por otro lado las alianzas que se construyen también tienen que tener una perspectiva. Participar solamente en los foros internacionales no suma autonomía, suma autonomía siempre y cuando eso le aporte al desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, de la soberanía en términos de recursos, en términos de capacidades para tomas de decisión.

–En las relaciones internacionales aparentemente hay dos grandes peligros, uno es el que vos describís como movimiento pendular, esto de apoyarse en uno y otro bloque o región, por ahí sin saber bien hacia dónde se va, y otro que es el aislacionismo, el aislamiento. Digamos, en materia de la teoría, hoy en la Argentina, ¿se está pensando en este problema?
M.C.M:
–La verdad es que hay poco desarrollo en este momento en la Argentina porque se está recuperando de una etapa que fue asumir todo lo que el neoliberalismo traía de afuera. Pero sí, hoy por hoy existe una gran divisoria de aguas entre quienes dicen que parece que la Argentina está aislada en función de que no ingresa a determinados tipos de relación, y por otro lado el debate sobre cuáles van a ser los aliados reales de la Argentina en este proceso actual. Hay un gran sector hegemónico, conservador, que sostiene que la Argentina está aislada porque no vuelve a endeudarse con el Fondo Monetario, porque tiene posiciones que pueden ser mal vistas por ciertos sectores de los Estados Unidos, pero por el otro lado tenés quienes están debatiendo “bueno, ¿cuáles son los aliados?”. Esto es pendular, porque vemos de mejorar las relaciones con China, con Europa, para contrapesar el bloque que Estados Unidos está armando, o se trata de, por ejemplo, ver cómo van a ser las relaciones con Venezuela o cómo van a ser las relaciones con Brasil. Se está debatiendo esa cuestión, pero es muy de coyuntura, no es del ámbito teórico.

–Vos describís cómo se difunden las ideas a nivel, primero de los grandes centros de poder que llegan a los países de la periferia y cómo penetran y cómo se hacen carne en los sectores hegemónicos, en cada momento. Esta lucha entre proyectos a nivel de la teoría, ¿tiene su expresión en la propia política exterior de la Argentina en el sentido de que hay elementos de continuidad y elementos de ruptura en la misma?
M.C.M:
–Claro, en la Argentina históricamente cuando aparecen las contradicciones o vaivenes en la política exterior se suele decir que “los argentinos no se ponen de acuerdo o no hay consenso”, se trata de que justamente hay debates, hay pugnas importantes que terminan reflejándose en esas marchas y contramarchas que, si analizamos puntualmente, cada una tiene su explicación en función de estas vinculaciones o la dificultad para elaborar un proyecto nuevo.

–En el libro se citan algunos elementos de continuidad en lo que sería la política exterior que son como luces rojas que habría que atender. ¿Cuáles serían las más importantes entre las cuestiones pendientes?
M.C.M:
–Bueno, uno de los grandes temas pendientes que tiene que ver con las relaciones económicas internacionales es la ley de inversiones extranjeras y las condiciones en que los capitales extranjeros ingresan y egresan del país. Resolver esa cuestión implica una gran transformación de la estructura productiva local con fuertes apoyos sociales mayoritarios que habilitaran que un gobierno tomara una decisión como ésa porque lógicamente implica una gran confrontación con sectores muy poderosos.

–¿Y cuál sería el correlato de esto llevado al plano de las relaciones diplomáticas o inclusive estratégicas? Porque el solo hecho de acumular fuerzas locales a nivel social para concretar determinados cambios de la estructura económica no te garantiza que en lo externo tengas éxito.
M.C.M:
–No, por supuesto, hoy por hoy es impensable esto que yo te acabo de describir sin alianzas regionales o mundiales, porque las economías de los países están profundamente interrelacionadas, de hecho lo que América latina ha logrado en los últimos años lo ha logrado en conjunto o en alianzas con otros países. Cuando los países del tercer mundo, digamos décadas del ’60, ’70, tuvieron su pronunciamiento, también lo hicieron en un ámbito colectivo. Y ahí es donde yo pienso que las alianzas tienen que ser con los países pares, es decir que se puede construir autonomía junto con países en situación de relativa simetría o en relaciones de horizontalidad entre los países. Donde hay asimetrías, donde hay relaciones de subordinación digamos, no son ámbitos donde se pueda construir una autonomía.

–Si pensamos en el Mercosur por ejemplo, donde hay una especie de horizontalidad, sobre todo política, pero profundas diferencias económicas, ¿cómo se conjugaría eso?
M.C.M:
–Justamente lo que ahora está mostrando la crisis del Mercosur es que esas asimetrías son tan grandes que imposibilitan que eso sea un lugar de desarrollo para los países. Hay que resolver esas asimetrías con los países más poderosos, que en este caso es Brasil, por supuesto, pero a su vez la misma actitud para con Uruguay y con Paraguay, si no se compensan esas asimetrías, es difícil que eso pueda ser un ámbito de autonomía regional.

–Otro tema destacable es la realidad de los vínculos con Rusia y China y cómo fue la transformación de los dos países que parten del socialismo a una situación que hoy indudablemente es capitalista. En el libro se afirma taxativamente que en el momento del derrumbe, la burocracia soviética ya se había transformado en una clase social.
M.C.M:
–En realidad es porque la transición hacia el capitalismo en Rusia es muy anterior a su implosión, yo no soy especialista en historia de Rusia, pero si se analizan en profundidad las contradicciones que se van produciendo dentro de ese régimen se ve que ya hay una transformación donde hay relaciones sociales de producción que son capitalistas muy anterior a esa situación, lo que además la hace operar como potencia imperialista mundial, también ya desde la década del ’70. En cierta manera, hoy por hoy China funciona para los países de América latina como una potencia, por eso es que las relaciones que establece son relaciones centro-periferia, no son relaciones de los países emergentes como si fueran todo lo mismo, de hecho tanto China como Brasil, que pertenecen al mismo esquema, tienen una relación totalmente asimétrica.

–Retomando lo que decía Lenin sobre la fase final del imperialismo en que la competencia exacerbada se transforma en guerra, ¿es inevitable? ¿El mundo puede llegar a esa situación? O mejor, ¿las tensiones internacionales pueden hacer que esta competencia –disfrazada de globalización– que hoy es claramente interimperialista termine necesariamente en un aumento de las tensiones estratégicas militares?
M.C.M:
–Pienso que es posible, sólo que se deriva hacia otras zonas del mundo, aunque finalmente los alineamientos y los conflictos latentes donde las potencias juegan esa competencia interimperialista se van a ver en el mundo, y de hecho lo que sucede hoy con Siria, por ejemplo, con Estados Unidos decidiendo apoyar a los rebeldes, es un ejemplo de cómo se mueve el tablero mundial. No creo que esto derive en un conflicto generalizado, sobre todo porque todavía, si bien el mundo es multipolar, hay una única superpotencia militar, económica y política que sigue siendo Estados Unidos.

–En ese marco, que la Argentina mantenga la fuerza de paz en Haití, ¿no configura un factor de continuidad con políticas anteriores que no ayuda a deslindarse de situaciones neoimperiales?
M.C.M:
–Sí, en realidad justamente está habiendo ahora un movimiento cada vez más grande en contra de la participación de Argentina y de Brasil en esa misión que de paz no tiene nada, y sí tiene que ver con la continuidad de algo que se generalizó en los ’90, que fue la participación de Argentina en todos esos ámbitos en el mundo, donde en función de la ayuda “comunitaria” lo que se hacía era intervenir directamente en situaciones y conflictos de los países periféricos con la excusa de las violaciones a los derechos humanos o del narcotráfico en su momento.

–Mirando un poco al futuro en el tema internacional, ¿cuáles serían los grandes temas en debate, no sólo para la Argentina sino mundiales? Se habla mucho del agua, de la ecología, de la biogenética.
M.C.M:
–Hay varios temas, uno es cómo van a salir de la crisis los países europeos, por ejemplo, o los propios Estados Unidos, cómo van a buscar descargar esa crisis económica en los países más pobres. Por otro lado, está la guerra por los recursos naturales, sobre todo la disputa en África, por ejemplo, en función de la propiedad de esos recursos, cómo son utilizadas las zonas de protección “ecológica” como negocios para los grandes laboratorios en términos de lo que es adueñarse de la biodiversidad. Esas son las cuestiones por las que las potencias debaten entre sí. Otro aspecto es cómo los países que siguen siendo países dependientes buscan aumentar sus márgenes de autonomía y recuperar sus economías sosteniendo con dificultades la propiedad sobre esos recursos, y el conflicto permanente en la zona de Medio Oriente, en función de la política que Estados Unidos está decidido a tener en esa región. Por eso, la Argentina, al haber firmado el acuerdo con Irán (N. de R.: sobre la causa AMIA), despegándose de la gran crçitica que le hace los Estados Unidos, busca no alinearse directamente con un juego extremadamente complejo a nivel mundial. Este es uno de los elementos de ruptura, recordemos que bajo el menemismo había un alineamiento automático con las políticas de EE.UU.

–Otro tema, que puede ser tranquilamente material para otro libro, es el papel de los medios en la discusión de las doctrinas, de las contradoctrinas, todo lo que tiene que ver con las relaciones internacionales a nivel regional y mundial.
M.C.M:
–Sí, es fundamental, porque la teoría de las relaciones internacionales como teoría tiene un carácter prescriptivo muy evidente, entonces siempre está formulada o para justificar el orden vigente o para proponer algo distinto, pero siempre tiene incluido un carácter prescriptivo, qué hay que hacer, cómo hacerlo, con quién. Son los medios los que abrevando de esas teorías que se formulan van colocando en la agenda determinadas calificaciones o cuestiones que generan un sentido común en función de eso. En los ’90, por ejemplo, en la Argentina desaparecieron las palabras dependencia, desaparecieron las clases sociales, desapareció la autonomía, lo único que había era la globalización, el primer mundo, los valores internacionales, los derechos humanos como algo dado universal y definido ahistóricamente. Y los medios hegemónicos compraron el libreto completo. Diría que había muy pocas voces contra ellos, y voces que eran totalmente acalladas, muy pocas.

–¿Cuál es la situación en la Argentina del estudio de las relaciones internacionales?
M.C.M:
–Sigue siendo hegemónico un pensamiento liberal, no necesariamente conservador o neoliberal, pero sí de impronta liberal. Siempre hubo dos escuelas tradicionales de las teorías de las relaciones internacionales, el realismo y el idealismo, pero lo cierto es que todavía está muy marcado a fuego el esquema de lo que era el enfoque de la interdependencia, que fue generalizado en los ’90, y todavía siguen siendo predominantes. En el caso, por ejemplo, del Instituto de Servicio Exterior de la Nación, se van incorporando nuevas corrientes pero con dificultad, porque todavía no hay desarrollo nuevo, propio sobre eso, todavía está muy enquistado el modelo anterior.

–¿Eso no podría ser un reflejo, de que la política exterior argentina es muy oscilante?, digo, para ejemplificarlo de otra manera, en Estados Unidos, gobierne quien gobierne, hay un vector intocable, común, eso no existe en la Argentina.
M.C.M:
–No, no existe en la Argentina porque el área de la política exterior, si la entendemos en el sentido amplio, es un área muy sensible a la economía y la política, entonces ha ido variando de acuerdo a los gobiernos o a veces de acuerdo a los procesos políticos del mismo gobierno; entonces, al no poder afirmarse esa línea de desarrollo autónoma o nacional, queda sometida a los avatares de esas disputas que se reflejan en el Estado, por eso no lo hay, tiene que ver con la configuración propia de los países dependientes.

–Como se afirma en el libro, los yanquis no tienen el problema de la dependencia.
M.C.M:
–Claro, ellos no tienen que discutir sobre la autonomía, ellos discuten sobre cuál es su rol en el mundo. Los países dependientes tienen que ganar esa autonomía, entonces están discutiendo cómo se defienden de la agresión constante de las potencias y sus aliados locales, porque no es sólo lo de afuera, es cómo se disputan esas cuotas de poder en el plano interno.

–El hecho de tener que estar resolviendo permanentemente los problemas que nos genera el tipo de relación que tenemos con el exterior impide generar un vector unívoco a lo largo del tiempo.
M.C.M:
–Impide definir con claridad cuál es la proyección hacia afuera. Las políticas que se construyen son en verdad alianzas defensivas. Eso es algo importante porque tiene que ver con el tipo de nacionalismo al que uno se refiere cuando habla del interés nacional, no se refiere a un nacionalismo fascista, ofensivo y agresivo, se refiere sobre todo a una actitud que es defensiva, más vinculada al carácter antiimperialista que a la afirmación de la identidad nacional en términos de un nacionalismo de derecha. Como los nacionalismos de posguerra en Latinoamérica, que tuvieron que ver sobre todo con la defensa del mercado interno, de los recursos naturales, de los espacios de decisión política, de la incorporación de las mayorías al sistema político.

–Podríamos decir que se está reeditando una situación similar a la que Lenin describía a principios del siglo XX, con la aparición de las demandas nacionales que hasta ese momento no existían, esas demandas que fueron en la India, en el África y en el Extremo Oriente. Salvando las distancias, ¿hay una revalorización, básicamente en los países de América latina, del interés nacional, un despertar que tiene que ver con estas respuestas a la nueva forma de imperialismo que es la globalización?
M.C.M:
–Sí, totalmente. Además, tomando también cuestiones del marxismo, el nacionalismo está atravesado por relaciones de clase, es decir para definir la Nación están los factores de largo plazo, los de mediano plazo y los factores que hacen a la relación de clases. No estamos pensando en la existencia de un interés nacional por encima de los intereses de clases. Estamos pensando justamente en un interés nacional que posibilite por un lado resolver una contradicción principal, que sería la contradicción de la dependencia frente al imperialismo, que puede incluir en su propio seno otra serie de contradicciones que tiene que ver con la política interna, las pujas entre distintas clases y fracciones de clases.

–Resolver esas contradicciones es una tarea permanente y difícil. El final del libro, con el análisis de la política actual y sus logros económicos, sociales y de posicionamiento internacional es optimista.
M.C.M:
–Sí, hay optimismo. En realidad la inquietud política –que fue mi motivación para escribir este libro– es una actitud fundamentalmente de construcción, entonces aun cuando uno tiene que mirar críticamente el pasado o la situación actual, siempre es con un horizonte de posibilidad.
 
Fuente: Miradas al Sur.

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