sábado, 2 de febrero de 2013

VIOLACIONES: LA MISERABLE COSTUMBRE DE CULPAR A LAS VICTIMAS


Por Naomi Wolf 

 Una estudiante de fisioterapia de 23 años está muerta , doce días después de haber sido violada durante más de una hora por seis hombres en un ómnibus que iba por las calles de la capital de la India. Sus heridas internas, producto de la barra de hierro que usaron sus agresores, fueron tan graves que los médicos debieron extraerle los intestinos en su intento por salvarle la vida.


Se realizaron grandes manifestaciones para pedir que el G obierno garantice la seguridad de las mujeres y deje de tratar con impunidad a los violadores . Pero no es simplemente el elevado porcentaje de violaciones en la India lo que está detrás de la virulencia de las protestas. En un apasionado discurso, Kavita Krishnan, secretaria de All India Progressive Women’s Association, se refirió al tema mayor que está detrás de las manifestaciones: la cultura de la India del “culpen a la víctima” que rodea a los crímenes sexuales.
Este retorno al discurso previo al feminismo no está limitado a India. En Italia se escucha un debate similar sobre si la conducta y la ropa de las mujeres no invitan a la violación.
Krishnan también censuró que el porcentaje de condenas por juicios por violación en India cayera de un 46% en 1971 a sólo un 26% hoy. Además, el hecho de que la mayoría de las violaciones sean cometidas por hombres conocidos por la víctima “debiera facilitar la detención del violador”. En cambio, se presiona a las mujeres que acuden a la policía para que no presenten denuncias.
El problema, aclara Krishnan, comienza en los niveles más altos. En medio de las protestas, el comisario general de Policía de Nueva Delhi, Neeraj Kumar, generó mayor indignación al sugerir a las mujeres que lleven siempre consigo gas pimienta para frenar a los posibles violadores. Y durante una conferencia de prensa dijo que las mujeres no debieran caminar solas sin un acompañante mas culino. Si no, lo que les pase será su culpa.
Hoy, mientras continúan las protestas luego de la muerte de la víctima, los funcionarios subrayan la necesidad de medidas para garantizar “la seguridad y protección” de las mujeres. Pero, tal como destaca Krishnan, “la palabra seguridad se ha utilizado demasiado”. “Significa que uno debe portarse bien. Que hay que regresar a casa. Que no hay que vestirse de determinada forma. Que no hay que intentar ser libre.
Leyes e instituciones patriarcales nos dicen qué hacer bajo el disfraz de mantenernos ‘seguras’”.
Los seis hombres acusados del ataque en el ómnibus fueron arrestados y acusados de homicidio, y el Gobierno ordenó una investigación sobre la forma como se tratan en general los casos de violación. Pero los sectores más críticos al Gobierno son escépticos respecto de las intenciones oficiales. Recuerdan que sólo 600 violaciones por año son denunciadas en la capital, a pesar de las miles que se producen por año.
La verdad que está detrás de las protestas puede encontrarse en los blogs, en donde jóvenes indios, hombres y mujeres, se lamentan de que los libros de turismo adviertan a las mujeres sobre la situación de acoso sexual generalizado en la India y les recomienden moverse en grupo.
Se culpa a las películas, la religión, la música y a las propias mujeres por la violencia sexual masculina contra ellas, pero a los violadores no se los considera responsables.
La conexión entre violación, privilegios masculinos y denigración sexual femenina fue una de las principales premisas de las feministas en los años 70. En la India -como en todo el mundo-, las mujeres y los hombres que apoyan la libertad de movimiento y la seguridad frente a los crímenes sexuales se ven obligados a volver a librar esa batalla.
Es que en el mundo subdesarrollado, las mujeres corren un peligro especial.
El hecho de que hayan abrazado la autonomía y la movilidad libre las arriesga a entrar en conflicto con un orden público que sigue viendo a las mujeres a través de una lente previa al feminismo. Las “chicas buenas” que se quedan en sus casas no debieran ser violadas, mientras que las “malas” que reclaman su derecho al espacio público están disponibles.

Fuente: Clarin

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