miércoles, 2 de enero de 2013

"FINALMENTE, EL TRABAJO DE LOS ONCOLOGOS SE HA VUELTO MENOS FRUSTRANTE"

Por Georgina Elustondo

El estigma que tiene la enfermedad hace que la gente tema y demore la consulta. Perderle el miedo a la palabra “cáncer” multiplica la posibilidad de salvar vidas dice Ricardo Kirchuk,  especialista.
 
Le pone el cuerpo, a diario, a un “combo” a veces desesperante: su territorio es el cáncer y la pobreza, el paciente oncológico de escasos recursos personales para afrontar una enfermedad difícil. Lo suyo es la trinchera, el borde de la vida. Es el director del Instituto de Oncología Angel Roffo y uno de los principales oncólogos del país. Ricardo Kirchuk está ahí, con el guardapolvo gastado, el gesto ameno y la sonrisa fresca de quien celebra cada avance con alegría de principiante. “La oncología es menos frustrante que hace 30 años”, se entusiasma. Se indigna con el dolor más que con el cáncer y se niega a aceptar que vayan de la mano: “Fallamos nosotros. Falla el sistema”, se reprocha y asegura que el cáncer es un tema de Estado.
 
A pesar de los avances, el cáncer sigue teniendo una gran carga emocional, cierto estigma. En los medios se habla de “larga enfermedad”, ni se la nombra.
Es un tema denso, pero hay que bajarle la carga negativa y hay que educar a la población. Digamos “cáncer”. Hay que perderle el miedo a la palabra y a la enfermedad porque hoy más de la mitad de los pacientes se curan. Y para seguir avanzando es clave reeducar para que la gente no tema y venga a la consulta. Generar miedo y silencio en torno al cáncer hace que perdamos la posibilidad de salvar vidas.
 
“Cáncer” es una de las palabras más buscadas en Google. Es un fantasma temible para muchos.
Sí, pero ya no debería serlo. Es una enfermedad importante, pero hay que verla como una enfermedad más que, detectada a tiempo, en muchísimos casos se cura. El diagnóstico ya no es una condena a muerte. No podemos curar a todos, pero sí a muchos. Eduquemos para cambiar conductas y prevenir. La gente, los médicos, los Estados, todos podemos hacer algo para bajar la incidencia y la mortalidad por cáncer. Es una picardía que se muera gente que podría curarse.
A veces parece que no se avanzara: la gente se sigue muriendo.
Se avanza de a poco, pero se avanza. Esos avances no sirven para todo el mundo, pero son clave en pacientes con un determinado tumor, porque se curan. Otras veces no podemos curar la enfermedad pero sí controlarla: hacer como ocurrió con el sida, volverla una enfermedad crónica, que no mate. Un ejemplo: el 15% de las pacientes con cáncer de mama tiene un gen que hace que el tumor sea más virulento. Lo detectaron y le encontraron un antídoto: hay drogas que ayudan a bloquear la metástasis y la sobrevida de esas mujeres aumentó 20%. Se dio vuelta la enfermedad.
 
¿Cómo es su trabajo hoy?
El trabajo de los oncólogos se volvió menos frustrante. Pero falta mucho porque lamentablemente la gente se muere, y a veces se muere sufriendo. Ahí falla el sistema, fallamos nosotros.
 
¿Hay diferencias con los resultados que obtienen en los tratamientos en el Primer Mundo?
Muchas. Pero acá conviven cifras de países subdesarrollados con estadísticas de Europa o EE.UU. En Capital, en cáncer de cuello de útero nos parecemos a los escandinavos, a los británicos; pero en Soldati estamos como en Africa. Y eso es por falta de acceso a la salud y a la información.
 
¿El cáncer es un tema de Estado?
En parte sí. Medio en chiste, medio en serio, yo digo: un paciente con cáncer de colon avanzado, que entra con metástasis y que aquí puede tener una sobrevida de más de dos años, gasta unos 250 mil dólares en medicación e internaciones. Claramente sería mejor prevenir ese tumor, aunque sea para ahorrar plata.
 
¿La gestión actual en materia de salud es buena?
En el Roffo, el Ministerio de Salud ayuda mucho con la tecnología y tenemos apoyo del rectorado de la UBA. Pero faltan recursos para atender a la tarde. A la mañana, en la sala de espera, no entra la gente ni parada. Estamos desbordados.
¿Creció el número de pacientes porque aumentó la incidencia de cáncer en el país?
No, la incidencia del cáncer no aumentó. Hay más casos porque creció la población. El cáncer sigue siendo una enfermedad de gente grande y con el Instituto Nacional del Cáncer (INC) esperamos bajar la mortalidad.
 
¿Cuál es la función del INC?
Fue creado en 2010 para definir políticas que bajen la mortalidad por cáncer. Ese objetivo se puede lograr con dos o tres cosas. La principal, la ley antitabáquica: fue promulgada, pero el marco de aplicación no fue avalado por el Congreso. Vamos a seguir insistiendo hasta que salga, porque tendrá un gran impacto en la incidencia y mortalidad por cáncer.
 
¿Es tan clara la relación entre tabaco y cáncer?
La principal causa de muerte por cáncer es en pulmón y sólo 15% de los pacientes con ese tumor no fuman. Está aumentando el tabaquismo en mujeres jóvenes y nos preocupa. El cigarrillo incide además en los tumores de cabeza y cuello, vejiga; en los cánceres digestivos, en páncreas y riñón. Es también un tema de Estado y de recursos. El tabaco genera mucho dinero, es un gran negocio, pero el gasto en salud que causa duplica o triplica esa suma.
 
¿Qué otra acción impulsará el INC para bajar la mortalidad?
Otro gesto se orienta al cáncer de cuello de útero. Da bronca que mujeres jóvenes se mueran por esta causa. Estamos probando un programa en Jujuy y queremos llevarlo a todo el país. Pedimos a la mujer que ella misma se tome una muestra, un exudado, y si tiene los virus HPV que provocan cáncer, se haga un PAP. Además, queremos promover la detección de sangre oculta en materia fecal. En Francia, el gobierno envió a todas las personas de más de 50 años una tirita con un reactivo. Pidió que lo pusieran en su materia fecal y que fueran a hacerse una videocolonoscopía si daba positivo. Contestó el 35% de la población y bajaron la mortalidad por cáncer de colon. Queremos hacer algo similar, pero nuestro cuello de botella es la videocolonoscopía: faltan aparatos y operadores. Y, por último, cáncer de mama: una de cada 8 mujeres va a desarrollarlo en algún momento de su vida, pero más del 75% no morirá por esa causa. Tenemos que llegar al 100% de curación. Eso se logra con la mamografía, que detecta el tumor in situ, no invasor. Todas las mujeres deben hacerse una mamografía anual a partir de los 50.
 
¿Con una mamografía anual alcanza?
Sí, pero debe estar bien hecha. La diferencia de las digitales es enorme. Y cuando hay antecedente de madre o abuela con cáncer antes de la menopausia hay que sumar estudios genéticos. Esto lo sabe el médico, por eso es clave que el screening lo haga un mastólogo. Aquí también hay un gesto de Estado: si los gobiernos no actúan va a quedar mucha gente indefensa y se va a tirar dinero: en el primer nivel detectable, el tratamiento sale 17 veces menos que el estadio más sencillo del cáncer.
 
Muchos descreen de la validez de cuidarse o prevenir apelando a algún caso conocido que, “habiendo hecho todo bien”, murió de cáncer en meses.
Sí, se escucha. Pero ese comentario no dice nada: es un caso particular y hay que mirarlo en términos epidemiológicos. En un encuentro de la Unión Internacional contra el Cáncer se hizo un decálogo para no tener cáncer: del uno al cinco, no fumar; sexto, comer pocas grasas saturadas; séptimo, no beber en exceso: octavo, no tomar sol en horas pico; noveno, no exponerse a radiaciones ionizantes; y décimo, que me pareció muy gracioso pero ilustra bien el tema, tener buenos genes.
 
Con malos genes, entonces, estamos complicados.
Por eso está en décimo lugar. Lo que uno trae es fundamental, pero se va a activar o no en función de que haya o no “promotores”. El cigarrillo es un promotor que puede gatillar un gen que tal vez nunca se hubiera despertado.
 
¿Las emociones, el estrés, pueden ser promotores también?
No está claro. Hay miles de trabajos que relacionan estrés y cáncer, depresión y cáncer, pero aún no está certificado. Yo veo algo diferente: los pacientes que tienen o han tenido cáncer y están bien anímica y psíquicamente superan mejor el tratamiento y se curan mucho más que los que no.
 
En el Roffo aflora una realidad muy dura. El cáncer es difícil de enfrentar para cualquiera, pero la combinación cáncer y pobreza parece desesperante.
Coincido. Y la combinación más tremenda es pobreza y cáncer avanzado, que es lo que recibimos del GBA y del interior. Demoran la consulta, llegan tarde y lo único que podemos darles es cuidados paliativos. Nuestro servicio es el mejor del país. Tiene asistentes sociales y una abogada para defender los derechos del paciente.
 
Uno ve el cuidado paliativo como una recta final, donde sólo queda esperar. Una etapa de dolor …
En el 99% de los casos, un paciente bien tratado no tiene dolor. Podemos hacer que no sufra. La morfina, que antes nos daba horror, dejó de ser mala palabra. Los organismos internacionales dicen que los países que no la entregan son crueles con su gente.
 
¿Esa “piedad”, ese sostén, está en manos de los paliativistas?
Los cuidados paliativos dejaron de ser un lugar para los que se quedaron sin posibilidades. Son clave a la hora de paliar los síntomas: el dolor, la falta de aire, los vómitos. Eso hace a la calidad de vida del paciente, a su dignidad. Ayudan a que la caída sea menos brusca, más humana, y a veces acompañan al paciente mucho tiempo. El nuevo Roffo tendrá un pabellón entero dedicado a esto. Cuando el paciente sufre fallamos nosotros, falla el sistema.
¿Faltan medicaciones?
No faltan drogas oncológicas. Sí se puede discutir sobre la calidad de la droga y sobre los tiempos: las drogas caras a veces demoran dos meses y a veces es tarde.
¿Las terapias complementarias sirven?
“Complementario” quiere decir que no hay suficiente evidencia de que sirva. Hay servicios serios, como el Memorial de Nueva York, que lo incluyeron: saben que la gente lo hace igual. Lo central es que no dejen su tratamiento.
¿Qué panorama se vislumbra para los próximos años?
Buenas noticias, más curación, pero también datos muy tristes: dos tercios de los cancerosos van a ser de países pobres. Para eso no hay respuestas todavía.
 
Fuente: Clarin

No hay comentarios:

Publicar un comentario