jueves, 31 de enero de 2013

ESO QUE LLAMAN ACOMODADOR DE CINE


Por Hernán Firpo

Fueron las primeras mujeres en un oficio de hombres. Trabajaron en el cine Metro y fueron elegidas entre más de dos mil aspirantes.

Recibidoras profesionales. “Hola”, “buenas tardes”, “yo lo acompaño”. Estas mujeres, cálidas por todas partes, eran “azafatas”, como alguna vez las describió el Negro Marthineitz. “¡¿Azafatas dijo?!”, chillan a coro. En un rato vamos a saber la verdad, cuando Irma, una de las primeras acomodadoras de cine del país, recuerde el furibundo cachetazo que le tuvo que dar a ese “¡maleducado...!” ( continuará ).
Cristina Carmona e Irma, su hermana. Lucía Murcia. Liduina Pretto. Cosas de la posmodernidad, mientras buscás al último acomodador del Atlas Santa Fe, te topás con las primeras mujeres del oficio. ¿Cuánto faltará para que haya que explicar que acomodador era un trabajo que consistía en acompañar al público hasta su butaca a cambio de una propina?
Cristina: El Metro fue el primer cine que tuvo acomodadoras. Mujeres. Vimos un aviso...
Liduina: Nueve meses tardaron en elegir a sus empleadas.
Cristina: Eran muy serios. El cine abrió el 11 de octubre de 1956 y unos días antes...
Irma: Tres días antes.
Cristina: ¡Cinco días antes nos confirmaron el trabajo!
Lucía: Bueno, pero díganle al muchacho que había más de dos mil aspirantes.
Irma: Era un a novedad absoluta. Yo trabajé desde el comienzo hasta que el Metro cerró por primera vez en 1983. Teníamos uniformes...
Cristina: Contale lo que te pasó con Guerrero Marthineitz.
Irma: ¿No ves que estoy hablando de otra cosa?
Liduina: Pollera negra, chaqueta amarilla, zapatos negros. Ese era el uniforme reglamentario. Fue una revolución, nos hicieron notas en las revistas...
Lucía: Existían sólo hombres acomodadores. Con el Metro dejó de ser un trabajo masculino.
Cristina: ¡Machista!
Lucía: El cine se inauguró con “Melodía interrumpida”. Glenn Ford, Eleanor Parker... En esa época era de la Metro Goldwyn Mayer.
Cristina: Contale que era un cine enorme...
Liduina: Acostumbrábamos llevar a la gente del brazo hasta su butaca.
Lucía: ¿Y se acuerdan de los números vivos? Mercedes Sosa actuó una vez en la sección vermouth.
Cristina: Sí, sí, y yo me acuerdo de Estela Raval. Había que taparse los oídos, ¡cómo desafinaba! Después empezó a vocalizar... bah, creo.
Irma: El doctor Illia y su señora venían a la matiné. Gente amable.
Liduina: Otro que venía siempre era Martínez de Hoz. El y sus dos guardaespaldas, que se pagaban la entrada si querían ver la película.
Cristina: Un amarrete total. Nosotras vivíamos del sueldo y la propina. Y vivíamos bien, eh. Yo me pude comprar un departamento de tres ambientes con dependencias, y lo pagué en cómodas cuotas.
Lucía: Irma fue el pequeño banco que tuvimos. Gracias a ella siempre tuvimos los bolsillos llenos.
Irma: Dejate de embromar, che...
Lucía: ¡Sí, es verdad! Es muy generosa. Era una especie de tesorera de las acomodadoras del Metro, que llegaron a ser 32.
Liduina: Llevaba la plata al banco, las moneditas de las propinas, y gracias a eso a fin de año lográbamos tener un aguinaldo más.
Lucía: ¿Qué? No, no, este no era un trabajo que generara fantasías. Nos respetaban.
Cristina: No podíamos lucirnos; siempre estábamos a oscuras.
Lucía y Liduina: Jajajá.
Irma: Guerrero Marthineitz se sentó en una butaca que no era la suya, una compañera se lo dijo, se cambió por su cuenta y entonces ella vino y me pidió que la ayudara. Fui a buscarlo. Me aparecí por detrás y, muy despacito, le dije que se tenía que volver a cambiar de asiento.
Liduina: Perdón, era una función numerada… Irma: Guerrero se dio vuelta y ¿sabés que me gritó? “¡Salí de acá sirvienta!”. Le pegué un bife y empecé a correr por el pasillo hasta esconderme en una oficinita.
Cristina: Pfff, mil anécdotas. ¿Y cuando Grondona venía con Neustadt? Grondona daba la propina. La mayor que recibí fue uno de cien. No me acuerdo si pesos ley o qué, pero a la salida nos fuimos a La Martona, y nos sobró. Hugo del Carril me la dio. Ponelo.
Liduina: Ahora no sé que pasa con los acomodadores. Yo no voy al cine. Nunca me gustó mucho. Veía sólo lo que daban en el Metro.
Lucía: Las salitas chiquitas fueron el comienzo del fin. No hacen falta acomodadores.
Irma: Pero en las cadenas existen acomodadores...
Cristina: ¡Por favorrrr Irma! No son acomodadores. Los acomodadores dan programas y reciben propinas, y estos chicos no aceptan o se lo prohíben, no sé bien.
Liduina: La película que más propina me dejó fue “El Golpe”.
Cristina: ¡Qué piola sos! ¿Nueve meses estuvo en cartel!
Lucía: El Metro era especial...
Irma: Fue el primer cine que tuvo pantalla cinemascope.
Cristina: Lo actores se te venían encima. Otra que el 3D…

Fuente: Clarin

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