martes, 4 de diciembre de 2012

COMO SE DISEÑA LA OLA DE LA INSEGURIDAD

Debate sobre periodismo y la maquinaria mediática del miedo. La noticia como mercancía y la utilización política. 
 
 Por  Jimena Arnolfi

 
El caso del doble crimen en Cañuelas activó la maquinaria mediática: la repetición forzada de hechos delictivos impactantes y la violencia en high definition.
Recientemente, el escritor y periodista Juan Villoro, uno de los maestros de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, declaró en una entrevista que el periodismo responsable debería dosificar las cuotas de violencia. En palabras de Villoro: “Nadie tiene un manual para suprimir la violencia, se trata de crear un contexto y una explicación (…). Ante un mundo que se resiste a ser razonado o a tener sentido, el periodismo puede crear unidades de sentidos. Esas explicaciones parciales permiten que lo que vemos como un hecho violento no sea solamente el derrame de la sangre, sino que se ponga el acento en que lo prioritario es lo que se pierde con la sangre: la historia, la vida, el contexto, la víctima; cambiar el enfoque del que comete el crimen al que lo sufre”.
A pesar de los desplazamientos que sufre en la agenda pública, social y de medios, las empresas de la información venden noticias y la inseguridad vende muy bien. “Si tuviéramos un reflejo televisivo de la cantidad de delitos cometidos diariamente se necesitaría transmitir en cadena nacional las 24 horas”, dice Artemio López, sociólogo y director de la consultora Equis.
Todo parece mezclarse y el concepto inseguridad se llena de significados. No se trata de negar la inseguridad, pero sí de reparar en el uso político-mediático que se hace de ella.

El menú de los noticieros. Algunos autores sostienen que el tratamiento que hacen los medios de comunicación de los casos violentos genera una suerte de “pánico moral” que termina siendo funcional para todo un mercado que lo necesita.
Hay infinidad de páginas publicadas en Mercado Libre, la empresa multinacional de compra y venta online, desde donde se ofrecen celulares con forma de picana (Stun gun Taser) en la Capital Federal. Hay puertas Pentágono, esas puertas blindadas que dividen a víctimas y victimarios según sus rasgos físicos. Hay un centenar de reality shows de índole policial alrededor del mundo. Hay un programa en televisión abierta que se llama Cámaras de seguridad.
Los noticieros de los grandes medios de comunicación presentan informes de delitos agrupados por supuestas modas. Por estos días, intentan instalar la sección “embarazadas baleadas”. La noticia no busca visibilizar las razones del delito sino generar el impacto audiovisual para ganar más audiencia y, por ende, más anunciantes en las pautas publicitarias. 

Para atrás. A toda hora, por los principales canales de televisión rota un video que muestra cómo balearon a una mujer. Un telespectador promedio lo debe haber visto al menos cinco veces. Santo Biasatti hizo un programa especial para “analizar el perfil del criminal que balea a una embarazada” (ver imagen).
“Creer que en la Argentina hay una moda de balear embarazadas, merece un tratamiento de alguna sociedad interamericana en periodismo que les diga que ningún código de ética serio de ningún país puede permitir ese tipo de contenidos. Lo que sucede es que ellos son los dueños, tanto de los medios como de las organizaciones de periodistas internacionales. Están violando los códigos de ética elementales”, afirma Luis Alberto Quevedo, sociólogo, profesor de la UBA y de Flacso.
En el estudio Buenos Aires, neoliberalismo y después. Cambios socioeconómicos y respuestas populares, los sociólogos Marcela Cerrutti y Alejandro Grimson señalan que en la mayor parte de las encuestas de opinión pública desde finales de los años noventa hasta 2003 el tema número uno de la agenda es el desempleo y el número dos, la inseguridad. A partir de 2003, la preocupación por el delito supera a la preocupación por el desempleo. En los ’90 se instala la palabra inseguridad, aumenta el desempleo y se marca como culpables del problema a los jóvenes más humildes.
“En los sectores populares la ‘inseguridad’ no se asocia necesariamente al delito realizado por pobres, sino también al miedo que genera la policía. Son comunes las denuncias por maltrato policial, las protestas por casos de asesinatos realizados por policías”, escribe Grimson.
Entonces llega el déjà vu Blumberg. La primera de las cinco marchas realizadas por el “No Ingeniero” fue en abril de 2004, la última en agosto de 2006. “Fue un caso terrible que generó algo inédito hasta ese momento: una movilización colectiva frente a un tema, una suerte de oposición hacia el gobierno de Kirchner que hasta ese momento gozaba de un consenso muy alto”, dice el sociólogo Gabriel Kessler, un referente a la hora de analizar las narrativas del miedo. 

El uso político. Hasta la movilización de Hugo Moyano a Plaza de Mayo, los medios de comunicación no parecían interesados en ocupar la pantalla de casos para conformar la famosa ola de la inseguridad. “Los temas resurgen de acuerdo a los intereses de los medios. Si nos centramos en el tratamiento y los personajes que eligieron mostrar los medios en la manifestación que despertó el doble crimen de Cañuelas, nos encontramos con un candidato de la fuerza de De Narváez de Quilmes que estaba muy casualmente en Cañuelas y fue entrevistado por todos los canales. El caso termina siendo utilizado en tanto operación política”, dice Mariana Moyano, periodista. Por su parte, Artemio López considera que los medios masivos transmiten el espectáculo del dolor y la muerte con una finalidad clara: “Direccionar el reclamo contra el Gobierno Nacional, despojando toda conexión institucional, económica y social”.

Le puede pasar a cualquiera. Eugenio Raúl Zaffaroni, ministro de la Corte Suprema de Justicia, entiende que la estigmatización de un sector social no es un fenómeno local, sino que responde a una criminología mediática mundial que baja de los Estados Unidos para expandirse por el mundo. El fenómeno tomaría como chivo expiatorio a un grupo social: en los Estados Unidos son los negros, en Europa son los inmigrantes, los turcos en Alemania, y en la Argentina, la juventud que vive en los barrios más humildes.
Gabriel Kessler, que lleva años estudiando la llamada “inseguridad”, incorpora la idea de la aleatoriedad, es decir, le puede pasar a cualquiera. “Muchas veces causa sensación de inseguridad, por ejemplo, el que haya jóvenes reunidos en la calle que no están violentando ninguna ley. Por eso digo que la inseguridad no es sinónimo de ruptura de la ley”, explica Kessler. Es decir, la inseguridad vivida como una amenaza aleatoria que ni siquiera es sinónimo de delito.

Fuente: Miradas al Sur

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