lunes, 15 de octubre de 2012

"QUERIAMOS QUE LA EMOCION LE GANARA AL CEREBRO"

La compañía de teatro Fuerza Bruta fue uno de los símbolos máximos de los festejos del Bicentenario. Dos años después, Diqui James analiza los pormenores de la puesta que conmovió al país.
 
Por Sebastián Feijoo
 
 
      
19 escenas y más de dos mil artistas tradujeron la historia de la Argentina a un espectáculo móvil que presenciaron y con el que vibraron millones de compatriotas. Secuencias como la de la Revolución de Mayo, el Cruce de Los Andes, la Creación de la Bandera, la Campaña del Desierto, la última y más feroz dictadura, y las Madres de Plaza de Mayo, entre otras, conmovieron por cómo fueron ideadas y ejecutadas, pero también por su capacidad para incluir. Orgullo, dolor, angustia, alegría: emociones mezcladas que el 25 de mayo del año pasado se hicieron más carne propia que nunca. Que Fuerza Bruta se transformara en uno de los máximos referentes de los festejos por el Bicentenario de la Argentina es un hecho incontrastable que también encierra otra historia.
El nacimiento de Fuerza Bruta se remonta a 2005 y fue el resultado de un desprendimiento de la compañía De la Guarda, que a su vez había tenido como embrión a La Organización Negra. La Organización Negra marcó un antes y un después primero en el under local, y luego sacudiendo a propios y ajenos con La Tirolesa: el espectáculo desarrollado en el Obelisco, hasta ese entonces inimaginable por su despliegue físico, coreografías aéreas e impacto visual. Aquel espíritu que los empujaba a buscar desafíos permanentes sigue vivo en Fuerza Bruta y los llevó a recorrer buena parte del mundo.
Diqui James es uno de los fundadores y directores artísticos de Fuerza Bruta. Su historia personal incluye mucho de la tragedia argentina reciente. La madre de James es hermana de Manuel Evequoz, un militante de Montoneros desaparecido durante la última dictadura militar –que a su vez inspiró a Manuel Mandeb, el célebre personaje creado por Alejandro Dolina en Crónicas del Ángel Gris–. “Siento que de alguna manera nos metimos en la historia de la Argentina y eso es algo que nunca hubiéramos imaginado. No al menos participando con tanto compromiso y convicción en un espectáculo de estas características”, confiesa James.
Los dos millones de personas que participaron de los festejos del Bicentenario en las calles –según las estimaciones de la Policía Federal– y los muchos más que los siguieron desde todo el país por televisión cambiaron para siempre el imaginario que acompañaba a Fuerza Bruta. Esa compañía teatral heterodoxa, inquisidora de los paradigmas teatrales vigentes y –en definitiva– casi condenada a ser para pocos, pulverizaba esos prejuicios con un protagonismo, visibilidad y compromiso inéditos. “Definitivamente nos cambió para siempre”, corrobora James. Al mismo tiempo, la experiencia del desfile del Bicentenario confirmó que se puede hacer un espectáculo de calidad con valores históricos y de identidad, sin renunciar a lo popular.
–¿Cómo tomaron la convocatoria para participar de los festejos del Bicentenario?
–Con una gran sorpresa. En un principio nos sorprendió que nos llamaran a nosotros. Fue algo jugado de parte de la organización. Ellos creyeron que nuestro lenguaje podía ser popular y llevaron esa convicción a los hechos. En realidad, nosotros siempre creímos que lo nuestro podía llegar a todos los públicos, que se entendía sin mayores explicaciones. Pero pensábamos que éramos los únicos que lo pensaban. Muchos intelectuales, gente del medio e incluso periodistas nos encasillan como una suerte de bichos raros que hacen cosas extrañas de vanguardia. Entonces primero tuvimos que hacernos fuertes y decirnos “vamos para adelante, nosotros podemos hacer esto, somos capaces de realizarlo de la mejor manera y sumarle algo distinto. Confiemos en nuestros instintos”. Porque es muy diferente hacer un show sobre algo que nosotros ideamos de principio a fin, que hacer un espectáculo con la responsabilidad de desarrollar un relato que representa la historia de la Argentina.
–¿Qué fue lo primero que les dijo ese instinto al que apelaron?
–Que teníamos que hacer algo que la gente sintiera que le pertenecía. No se trataba de que vieran un show de Fuerza Bruta, sino que lo percibieran como un espectáculo que hacían ellos mismos. Eso fue un cambio de visión muy fuerte en relación a los espectáculos que hacemos nosotros. Nos propusimos desarrollar un lenguaje que incorporara a todos, que tuviera el impacto necesario y no fuera obvio. Buscamos ir directo a la emoción y que después cada uno saque sus propias conclusiones sobre la historia argentina. Contar lo de las Malvinas, lo de las Madres, lo de la dictadura, las crisis económicas, pero sin señalar quién fue el culpable. Como cuando prendimos fuego la Constitución: no pusimos a alguien con un uniforme y un fósforo. No queríamos escribir un manual de historia.
–¿Junto a quiénes trabajaron para darle forma al espectáculo?
–El equipo de trabajo incluyó a Oscar Parrilli (secretario general de la Presidencia), Javier Grossman (director de la Unidad Bicentenario) y Jorge Coscia (secretario de Cultura), entre otros. Después también se sumó el historiador Felipe Pigna, que hizo un aporte valioso. Tuvimos muchas reuniones “¿Qué te parece esto?”, “¿Qué te parece lo otro?”. Hubo un ida y vuelta permanente que enriqueció muchísimo el resultado final. Logramos un contacto muy fluido entre lo que fue la parte política, la cultural y la artística, más allá de las discusiones que surgen inevitablemente cuando todos quieren hacer las cosas de la mejor manera. Había mucha presión porque se trató de un festejo único, pero se laburó en consecuencia. Yo creo que fue jugado el desfile desde el punto de vista político. Fue una búsqueda que decididamente iba bastante más allá de lo esperable en un festejo que iba a tener una repercusión muy importante en todo el país e incluso en el mundo. Por eso buscar por fuera de la convención encarnaba una osadía mucho mayor que la habitual. Pero se alcanzaron los mejores resultados, la gente lo disfrutó muchísimo y en definitiva eso nos deja en el mejor lugar a todos.
–¿Trabajar con temas históricos te hizo reflexionar particularmente sobre alguno?
–Me enganché con todos. Se abordaron temas muy profundos, algunos incluso que sobrepasan los 200 años de la Argentina, como la temática de los pueblos originarios. La historia de nuestro país tiene momentos particularmente duros y eso siempre imponía reflexiones, dolor y a la vez la dificultad de cómo tratarlos. Abordar el conflicto bélico de Malvinas nos resultó difícil. Pero al mismo tiempo, siento que me hizo muy bien recorrer toda la historia del país, meterme lo más adentro posible, con lo lindo y lo feo, y transmitirlo según nuestras perspectivas. Fue un ejercicio emocional muy potente, pero sin caer en una mirada de niño ni en lo ingenuo. En lo personal, conectarme con la historia argentina desde lo emocional me permitió descubrir de qué estoy hecho.
–Muchos compatriotas utilizan la expresión “los argentinos” en lugar de la primera persona del plural…
–Exacto. A eso me refería. El desfile que preparamos, de alguna manera, pretendía poner en tensión esas formas. Nosotros buscamos que quienes fueran a verlo no se quedara en “qué lindo espectáculo, se nota que trabajaron mucho”. Queríamos que la emoción le ganara al cerebro y todos dijeran: “Yo soy esto”. Y me parece que de alguna manera, entre todos, lo logramos.
–¿Te sorprendió la reacción de la gente?
–Sobrepasó todas las expectativas. Y no me refiero solamente a la cantidad. Había una buena onda y una paz que resultaba avasallantemente conmovedora. Creo que fluía una energía única que tenía que ver con lo especial del festejo. Los argentinos nos permitimos festejar por nuestro país y ese no es un dato menor. Todos estaban emocionalmente muy abiertos. Fue mágico. Fue lo más lindo que me pasó como argentino y como artista.
 
Fuente: Miradas al Sur

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