jueves, 2 de agosto de 2012

POBRES PADRES PROGRES

Contradicciones burguesas de la paternidad: entre el autoritarismo y la falta de límites.

Por Ana Laura Cleiman.
  
Camilo tiene cuatro años y está en su clase de básquet. Corre de un lado a otro y no sigue al resto del grupo. El profesor le llama la atención: “Camilo, quedate quieto y esperá en tu lugar. Sino, te vas a un costado y no hacés el ejercicio”. Desde la grada, el papá de Camilo se horroriza por lo que escuchó como un maltrato, una indicación autoritaria a ese chico al que en casa nada se le impone, todo se le explica. Camilo se quedó quieto, tiró al aro y erró. La clase continuó sin problemas. El límite del profesor inquietó más al papá que al hijo. “Nadie le habla así a Camilo. Ni yo, ni su mamá. Me sentí avasallado por su autoridad. Pero me quedé pensando en lo difícil que nos resulta poner límites y en si la persuasión es la mejor herramienta para resolver todo. Siempre tratamos de que Camilo haga todo con ganas y alegría, hasta las obligaciones; que nada sea resultado de la exigencia.”
A la actual generación de padres de entre 30 y 40 años les toca vivir un cambio en relación a la autoridad respecto de su propia crianza. En la búsqueda de querer salir del modelo de “esto es así porque lo digo yo” o “te callás y punto”, a veces se enfrentan a las dificultades de poner límites. Muchas veces la experiencia, e incluso los distintos especialistas, evidencian las contradicciones que presentan en el vínculo. Porque durante la infancia de sus hijos, ser fieles a la doctrina progre que predican –la de la total libertad– no siempre les resulta. Ejemplo: defienden la escuela pública, pero cuando los hijos llegan a la etapa escolar terminan optando muchas veces por el ámbito privado; buscan el consenso con ellos, para que nada se haga a la fuerza, pero con explicaciones no siempre logran establecer el límite; y en la búsqueda del acuerdo común con los más chicos, el criterio del adulto corre el riesgo de no prevalecer.
El psicólogo clínico Ricardo Levy afirma que el tema de los límites genera muchas dificultades tanto en los padres como en la sociedad en general, aún en el área de las matemáticas, ciencia exacta por excelencia, el concepto de límite es uno de los más complejos de entender. “Los límites son efectivos cuando los padres pueden ser lo suficientemente enérgicos y decididos con una actitud que combine firmeza y contención. Cuando con palabras, actitudes y hechos le confirman al niño que en la casa mandan ellos, producen en el hijo el enorme alivio de tener en quién apoyarse”, cuenta Levy, especialista en niños, adolescentes y familias.
Para el psicoanalista y especialista en psiquiatría de la infancia Juan Vasen, el contexto en que se desarrollan hoy los modelos familiares es determinante de esta problemática. “Lo que han cambiado son las condiciones para la puesta de límites, no para los padres progres, sino para todos los padres. Las condiciones cambiaron pues lo que ha cambiado es la relación ciudadano-consumidor. Antes, los chicos se formaban como ciudadanos; había ideales, nortes, padres adultos que sabían lo que había que hacer. Hoy, eso ha cambiado. Entonces empieza a haber una zona mucho más simétrica entre chicos y padres, en donde los saberes se disputan, ‘a ver quién tiene razón’. Y en el reino del consumo, el saber queda degradado a opinión.”
Vasen explica que ponerse en el contexto de hace 30 años es imposible, y que no es bueno generar una suerte de nostalgia del pasado en donde los padres autoritariamente ponían límites, ya que eso resulta paralizante. “Hay que ayudar a los padres a entender que las condiciones en las que transcurren sus vidas y las prácticas de paternidad han cambiado radicalmente. Y que necesitan adecuarse para recuperar un mínimo de consistencia y de autoridad absolutamente necesarios. En algún punto, el rol parental siempre requiere de una asimetría.”
El dibujante Miguel Rep retrata algo de esta problemática a través de la tira Gaspar, el revolú: “Me pongo en el lugar de mi personaje progre, y veo que tiene dificultades de parecerse a sus referentes, los que ponían límites. Creo que los límites son una forma de cuidar, y que no hay que tenerlos en el afecto”. En el libro Cuando es preciso ser padres (Ed. Sudamericana), los psicólogos Ricardo Levy y Lilian Banderas analizan los distintos tipos de padres. Claro que no existen los progres en esa clasificación, pero el “padre catedrático” se acerca a esa definición. Es aquel que se caracteriza por utilizar, como recurso excluyente e insistente frente a cualquier situación, la explicación, el discurso y la interpretación. Predica cuando las circunstancias demandan una acción inmediata.
La musicoterapeuta Magdalena Fleitas, directora del jardín de infantes Risas de la tierra, cuenta que la actual generación de padres treintañeros “trata de diferenciarse de su propia educación. Del autoristarismo, se fue al otro polo. El límite es importante porque le permite a los chicos aprender sobre la frustración, los fortalece; los ordena que sea el papá quien dirige. Cuando el nene siente su propio poder, desarrolla el poder de manipular. Desde las instituciones vemos mucho la tendencia a la culpa en los padres cuando tienen que decir no, cuando no los satisfacen del todo. Eso, los nenes lo perciben por sintonía, por vibración”. Sobre el diálogo, Fleitas cree que los límites no deben siempre ir acompañados de tanta argumentación. Hay que entenderlos como una cuestión de criterio que tiene que ver con la jerarquía. Pero que en las otras áreas de la vida, siempre es bueno conversar y profundizar.
Los especialistas coinciden en lo enriquecedor del diálogo. Y en la no menos importante relación asimétrica, con su consecuente establecimiento de normas y límites. Como conclusión, Rep reflexiona sobre Gaspar, su personaje: “Su problemática es la del padre que se supone progre ante hijos que no tienen esa vestimenta. Los progres tienen una crispación y muchos como si. El lío es cómo sofrenan el potro del libre vivir y lo negocian con la corrección racional. Los progres están en problemas. Estoy seguro que vamos hacia otra cosa. El progre es sólo un eslabón, no el hombre nuevo”.

Fuente: Miradas al Sur.

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