lunes, 20 de agosto de 2012

"LOS NIÑOS PRODUCEN SEGURIDAD"

De visita en Buenos Aires, el reconocido pedagogo italiano, creador del proyecto "La Ciudad de los Niños",  Francesco Tonucci, sostiene que los chicos necesitan autonomía para ir y volver solos de la escuela. "Más que con cámaras o policías, la calle se hace segura si la recorren los niños, porque generan un ambiente incómodo para los delincuentes", dice. Y señala el dilema de chicos que tienen un enorme acceso a la información vía Internet pero viven vigilados por los adultos.


Por:Gustavo Sarmiento
                       
Saben quién es este hombre?", pregunta una maestra a los 35 chicos que lo rodean en círculo, en el segundo subsuelo de la Casa de la Cultura. Tras un breve silencio, Alexis, de diez años, se anima: "Él inventó La Ciudad de los Niños". Hace 20 años, Franceso Tonucci, pedagogo e investigador italiano, creó ese proyecto en Fano, su ciudad natal, con un primer objetivo: "que los chicos salgan de casa sin necesidad de que los adultos los acompañen". Al año, le sumó un Consejo de Niños, elegido cada dos años por sus pares, quienes se reúnen, juegan y diseñan iniciativas concretas que elevan a un jefe de gobierno, en busca de una ciudad "con los chicos y no para los chicos". Tonucci arribó a Buenos Aires para impulsar esa y otras propuestas de sus pequeños "consejeros". Tras el encuentro, dialogó con Tiempo Argentino sobre la "invisibilización" de los niños, su relación con los adultos y el lugar que deberían tener en la ciudad que habitan.

-¿Cómo ve a las ciudades argentinas en relación a los niños?
-Yo vengo frecuentemente, aquí hay mucho interés por la propuesta que impulso hace 20 años. Rosario, que fue pionera en la región, se unió a esta experiencia ya en el '96, cuando Hermes Binner llegó a la intendencia. Se enamoró de este proyecto. Y hay que enamorarse, porque es bastante complicado escuchar a los niños y tener en cuenta lo que proponen, porque obligan a cambiar, y los cambios cuestan. Pero aquí se sigue trabajando en este sentido.
-¿Expuso el proyecto de que los chicos vayan solos a la escuela en la Ciudad?
-En Rosario, hay un proyecto desde hace diez años: los "caminos escolares". Los niños pueden moverse con suficiente autonomía para ir y volver de la escuela. En Buenos Aires lo estaban haciendo, pero ahora está parado, y quisieron aprovechar mi presencia para volver a proponerlo, con un acompañamiento de los comerciantes, que se comprometan poniendo una pegatina: "Tienda amiga de los niños." Es una propuesta muy fuerte de un cambio real, porque actualmente es impensado que un niño de 6 u 8 años salga de su casa a la mañana y se vaya a la escuela. Hay que prepararla bien, estudiar los recorridos, mirar los puntos de dificultad, y se consiguen resultados impresionantes. En Italia teníamos un promedio de autonomía de niños de seis a once años de sólo un 10%. Cuando se implementa este cambio, conseguimos llegar al 50 o 60%. Creo que es la condición de mayor seguridad que podemos crear para los niños, mucho más que poner cámaras o policías en la calle. Los niños son "capaces" de producir seguridad. Si hay niños que recorren la ciudad, la ciudad se hace segura. Es un efecto paradójico, porque nosotros no dejamos salir a los niños pensando que la calle es peligrosa. Yo pienso, y tengo datos para confirmarlo, que la calle es insegura porque no hay niños. Producen una tensión ciudadana que crea un ambiente molesto para los delincuentes.
-Es una visión interesante para el debate actual sobre la seguridad en la Argentina, donde, por ejemplo, hay propuestas para bajar la edad de imputabilidad.
-Estoy totalmente en contra de esa idea. Pero no por una visión romántica de la niñez, sino porque creo que es absolutamente inadecuada. Si el objetivo es reducir la delincuencia juvenil, tenemos que hacernos dos preguntas: por qué hay delincuentes de 12 años y cuáles son los medios para recuperarlos. Ponerlos en una cárcel es como un chiste: todo el mundo sabe que es la mejor escuela de delincuencia que tenemos. Hay una fuerte responsabilidad de la sociedad, que ha perdido a estos chicos, sobre todo de la escuela. En Italia nos pasó con las mafias, que los aceptaban. Hay una sociedad, que para nosotros es la otra, la mala, que da confianza a estos niños. Y la sociedad buena, la nuestra, no confía en ellos y los pierde.
-¿Cada vez observa menos autonomía y libertad en los niños?
-Totalmente. Si tengo que mostrar la diferencia más fuerte entre mi infancia y la de mi nieta de tres años, diría que es la falta de autonomía de movimiento. Los niños no pueden salir de casa porque afuera hay demasiados padres con sus autos. Y hablamos de niños que han conseguido, al contrario, una enorme autonomía de información y de comunicación, que nosotros no teníamos. Hoy los niños, con Internet y la televisión, saben todo y pueden acceder a conocimientos impresionantes, más que los adultos. Y es preocupante notar que les estamos impidiendo salir de casa y vivir experiencias fundamentales como el juego o el riesgo, que van desapareciendo de la vida cotidiana, porque nuestros hijos viven vigilados por adultos: les regalan el celular a los ocho años, con el pacto de que no lo apaguen nunca. Y van acumulando un deseo de riesgo que va a explotar en la adolescencia. Ahí se colocan los grandes riesgos: abuso de alcohol, sexualidad precoz, accidentes de motos y autos, que en Italia es la primera causa de muerte. No es, entonces, un problema de la adolescencia, sino una coherente consecuencia de errores infantiles. Y frente a todo esto, los adultos asumen papeles raros, como si fueran abogados de sus hijos. Antes, entre escuela y familia había una alianza terrible para los niños. Ahora, es frecuente que un niño que llega con una mala nota a la casa tiene un padre que le dice, como una amenaza: no te preocupes, mañana voy yo a la escuela y les explico cómo es. Una equivocación educativa fatal.
-¿Qué es lo primero que habría que modificar en la escuela?
-Hoy, y este es un gran éxito de la democracia, todos los niños acuden a la escuela y completan la obligación escolar. Y frente a esta novedad impresionante y positiva, la escuela sigue siendo para pocos. Tiene su programa, sus lenguajes privilegiados -lectura, escritura, cálculo, historia, geografía-, pero una escuela para todos debería ser, al contrario, una que se abra a las diversidades. Yo de pequeño siempre fui un buen dibujante, y tenía 10 en Dibujo, pero en Lengua y Matemática tenía problemas para llegar a 6, por lo cual sufrí mucho. A pesar de ser el mejor en Dibujo, era un alumno regular y mediocre. No me explotaban. Como no me veía reconocido por lo que sabía hacer mejor, tampoco tenía empuje para abordar lo que me faltaba. Entonces, la escuela debería abrirse a los aportes que lleva cada alumno.
-El gobierno nacional lanzó un canal enteramente dedicado a los niños (Pakapaka), sin publicidad privada, que no es subido a su grilla por Cablevisión, del Grupo Clarín. ¿Qué opina al respecto?
-Que se hagan cosas así, para los chicos, me parece perfecto. Y si los mismos chicos programan, intervienen como autores y conductores, mejor. Y que sobre esto, los adultos sigamos con nuestras peleas, me parece ridículo. Los niños no deberían ser de nadie, ni de la derecha ni de la izquierda.
-El año pasado, 30 colegios porteños fueron tomados por sus alumnos, en protesta por las condiciones edilicias y la falta de ejecución del presupuesto educativo. El gobierno de la Ciudad les decía que a la escuela sólo se va a estudiar y no a hacer política ¿Qué piensa usted?
-Una experiencia europea bastante consolidada, que nació como una forma de protesta, es que por un tiempo, unos 15 días, los niños se hacen dueños de la escuela y organizan cursos, viviendo ahí. Creo que este tipo de manifestaciones de protesta, si los adultos conseguimos abrir canales de diálogos con estos jóvenes, van a ser productivas.

Fuente: Tiempo Argentino.

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