miércoles, 29 de agosto de 2012

HOSPITALES PORTEÑOS: LA SALUD PUBLICA SIN TURNO Y BAJO LAS LEYES DEL MERCADO

Es de noche y el frío pega duro. Por la avenida Córdoba circulan unos pocos colectivos, taxis y algún auto particular. La ciudad todavía duerme. Son las seis de la mañana y en la puerta del Centro de Salud Mental Arturo Ameghino, en el barrio de Balvanera, la cola ya empieza a hacerse más nutrida. Buscan uno de los 14 turnos que se entregarán ya de día.
 
Por Sebastian Feijoo.
 
El Ameghino tuvo su pico de celebridad durante la crisis de 2001, cuando la feroz debacle económica disparó hasta las nubes la demanda de atención psicológica y las clases medias ya no podían costearse un tratamiento privado. “Otros días vine más tarde, pero no conseguí turno. Ésta es la tercera vez que intento, llegué más temprano y pareciera que voy a tener suerte”, cuenta Mariela (44 años), orgullosa con su sexto puesto en la fila. “Me separé hace poco, tengo dos hijos adolescentes y siento que todo es muy difícil. Me dijeron que acá pueden ayudarme”, agrega.
La salud pública de la Ciudad de Buenos Aires regala miles de crónicas todos los días. Es otro viernes de penurias y postergaciones. Los ciudadanos que no cuentan con coberturas de obras sociales ni prepagas están condenados a demoras muchas veces intolerables. No es algo nuevo, no es algo que sorprenda, pero el Estado porteño resuena en retirada. La administración del jefe de Gobierno Mauricio Macri y su ministro de Salud, Jorge Lemus, no deja espacios para dobles lecturas. La subejecución de partidas para el sector, la centralización en la compra de insumos que ocasiona la falta de suministros en muchos hospitales, los conflictos con los trabajadores, el veto a la creación de un laboratorio estatal, el abandono de la atención de los porteños que viven en las villas y las reiteradas quejas de Macri contra los bonaerenses que se atienden en la Ciudad –un fenómeno histórico– y la inmigración descontrolada –un fantasma inexacto y peligroso–, conforman un cóctel devastador.
Guillermo Muñiz, médico psiquiatra del Hospital Teodoro Álvarez y miembro del comité ejecutivo de la Asociación de Médicos Municipales, asegura que la gestión de Macri es la peor desde la vuelta de la democracia. “Cuando asumió, el Gobierno porteño reconoció que había un déficit de 6.000 puestos de trabajo para los 33 hospitales porteños. En ese grupo se incluían enfermeros, médicos y trabajadores de la salud en general. Pero no hizo nada para modificar esta situación. Incluso, por renuncias, jubilaciones y la mayor demanda, hoy la situación es mucho peor. Los hospitales porteños en su gran mayoría también tienen problemas edilicios muy serios y una vejez u obsolescencia de 20 a 30 años en todo lo que es aparatología. Tampoco olvidemos que esta gestión intentó cerrar los hospitales Udaondo y el Lagleyze, y sólo lo impidió la lucha de los trabajadores. Buenos Aires es una ciudad rica en cuanto a recaudación, pero el servicio de salud pública es cada vez más pobre.”
La administración de Mauricio Macri resultó repetidamente cuestionada por la pobre ejecución de partidas presupuestarias. Algunos creen que es por falta de eficiencia; otros, una estrategia para reasignar recursos según intereses discrecionales. Lo cierto es que dos de los ámbitos más perjudicados por estas maniobras son la salud y la educación. Ni siquiera un año electoral parece cambiar la tendencia. Según El Frente de Recuperación Gremial de la Asociación de Médicos Municipales, durante el primer trimestre de 2011 en recursos físicos se ejecutó sólo el 1,96 por ciento de lo presupuestado y en aparatología apenas el 0,58. Sobre un presupuesto total de Salud de 251 millones de pesos, se aplicaron solo 14 millones. Por estas condiciones de pauperización este miércoles trabajadores de la salud y autoconvocados marcharan a la jefatura de Gobierno porteño para reclamar cambios urgentes en la política del área.
“No hay turnos para pediatría. Ni para el turno mañana ni para el turno tarde.” El papel escrito a mano, con una fibra de trazo grueso, oficia de cartel indicador improvisado. Pasadas las ocho de la mañana, los 24 turnos diarios para pediatría que ofrece el Hospital General de Agudos Donación Francisco Santojanni ya fueron otorgados. El generoso lote de padres e hijos que se quedó sin nada está condenado a volver otro día. Algunos insisten y van a la guardia. En la guardia se agolpan más de cien personas, entre máquinas de gaseosas, una virgen y un televisor. Unos treinta y pico de chicos –en su mayoría bebés– esperan que los atiendan. Sus padres saben que la espera se medirá en horas. Juan Pablo (27) y María (22) trajeron a Juan Marcelo, de 8 meses, porque estuvo toda la noche con fiebre. “Necesitamos saber qué tiene y que lo curen. Ya avisé que llego tarde al trabajo y vamos a esperar todo lo que sea necesario”, explica impaciente Juan Pablo.
Edgardo Trivisonno fue subsecretario de Salud cuando Enrique Olivera estuvo al frente del Ejecutivo porteño. El sanitarista advierte que durante esa gestión la Salud contaba con el 30 por ciento del presupuesto total y ahora sólo llega al 22 por ciento. “Es una caída muy grande que parece acentuarse año a año. Tampoco se trabajó sobre la desigualdad entre norte y sur, que tienen servicios muy pero muy distintos”, puntualiza. El ex funcionario indica que la gestión actual sólo hizo un buen trabajo contra las epidemias de dengue y Gripe A.
El sociólogo y sanitarista José Carlos Escudero no cree que se trate de un problema de falta de recursos ni de eficiencia. “La Ciudad de Buenos Aires es el espacio más neoliberal de la Argentina. Bajo esa mirada, la salud debe ser librada al imperio del mercado. Por eso hoy se desprecia lo público. Vayamos a un ejemplo bien concreto: Macri vetó la ley para que el Estado elabore medicamentos. Si el Estado porteño fabricara medicamentos serían mucho más baratos porque no persiguen un afán de lucro y llegarían a más gente. Cuenta con recursos de capacidad técnica y experiencia. Pero Macri lo rechazó porque prioriza no afectar el negocio de unos pocos. Por eso no sorprende que la demanda de salud crezca, pero la oferta se achique.”
En el Hospital Municipal de Agudos José E. Penna, corazón del barrio de Parque Patricios, es un día como cualquiera. Son cerca de las 10 de la mañana y Griselda (37) vino a acompañar a su madre para que consiga un turno con un médico clínico. Llegaron a las 6 de la mañana, entregaron nueve turnos y se quedaron sin nada. Decidieron insistir y esperar hasta la entrega de números de la tarde. Griselda (37) tiene historia propia en el Penna. Hace cuatro meses se quebró el tobillo. “Para conseguir el turno para los controles tenía que dejarle mis ochos hijos a alguien y esperar entre tres o cuatro horas, sin saber si me iban a atender. Me revisaron dos veces y me cansé. Al mes me saqué el yeso sola y acá estoy. Ahora sólo me duele los días de humedad”, confiesa, con una mirada entre pícara y triste, Griselda.
 
Fuente: Miradas al Sur

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