jueves, 16 de agosto de 2012

"EL PERIODISMO PERDIO LA CAPACIDAD DE REFLEXION SOBRE SU PROPIA PRACTICA"

Entrevista a Claudia Acuña. En el transcurso de 2001 nacía Lavaca, Uno de los emprendimientos de medios de comunicación alternativos más reconocidos e influyentes en la Argentina de hoy.
      
Por Alejandro Giuffrida.

En la forma de una cooperativa de trabajo y con el objetivo de generar herramientas, información, vínculos y saberes que potencien la autonomía de las personas y sus organizaciones sociales, Lavaca es hoy, diez años después de su surgimiento, una experiencia vital materializada en diferentes pilares. Uno de ellos, la revista Mu, es uno de los más consolidados, con más de 10 mil ejemplares vendidos por mes.
Además, Lavaca genera contenidos que distribuye libremente por medio de su agencia de noticias, produce un bloque radial que retransmiten más de 120 radios comunitarias y conceptualiza anualmente su experiencia en una cátedra que para muchos otros colectivos autogestionados de la comunicación, es un manual básico de trabajo.
La cooperativa impulsó también una editorial que tiene editados títulos como Sin Patrón, una guía de empresas recuperadas, o El fin del periodismo y otras buenas noticias, que resume casi 200 experiencias de otros espacios de comunicación alternativos. Finalmente, lejos ya del periodismo pero no de la expectativa de la generación de vínculos, la cooperativa también abrió un bar donde trabajan todos los participantes del proyecto.
Claudia Acuña, periodista integrante y fundante de Lavaca, quien todavía recuerda a Jacobo Timerman –por entre los pasillos de La Opinión– como un referente que la marcó para siempre, dialogó con Miradas al Sur para repasar el camino de la cooperativa y analizar la situación de los medios de comunicación.
Tras su paso por algunas de las redacciones más influyentes del país –entre ellas las de Clarín y Página/12 o las revistas Trespuntos, Rolling Stone y Noticias–, hoy Acuña además de periodista lleva consigo la responsabilidad de docente y también la de escritora.
Tras la crisis de 2001 junto a otros trabajadores de prensa, se dio a la tarea de generar nuevas fuentes de información que renovaran el contexto mediático imperante y, sobre todo, fueran espacios representativos de los movimientos sociales que por aquellos años florecían.
Categórica, su juicio sobre el periodismo abre fuego en esta entrevista: “Desde el punto de vista de la construcción de su identidad, el periodista se va a poner verdaderamente en sintonía cuando se acepte trabajador”.
–¿Y cómo funcionan al interior de la cooperativa?
–Nos estamos organizando primero por los intereses concretos. Qué tenés ganas de hacer... eso es lo prioritario. Así distinguimos quién es el responsable del periódico, de la cátedra, del bar, de la radio, etcétera.
Hemos partido de un grupo sólo de periodistas, a uno mucho más heterogéneo como es ahora. Con el bar cambió todo; éramos unos inútiles, no sabés las peleas que había, porque nadie quería limpiar el baño o cosas así. Se armó un cuello de botella, pero por suerte lo manejamos bien porque pudimos mantener el espíritu de Lavaca por sobre el espíritu económico.
En comunicación nos había salido todo bien, y la primera crisis grave que tuvimos fue cuando nos salimos de ahí. Y fue bueno que así fuera, porque si no era como que seguíamos en el mismo ambiente. Tuvimos todos que aprender y se armaron otras jerarquías, porque el que más sabía en el bar no era el que más sabía antes cómo se hacía el cierre de una revista.
–¿Pueden sustentarse con este proyecto?
–Sí, si no nada de lo que hacemos tendría sentido. Vivimos muy modestamente, en comparación con otros lugares de la profesión, pero con mucha dignidad, pudiendo dar batalla justamente porque no es el paradigma del dinero el que construye nuestra profesión.
–¿Cuáles son los valores que plantean desde Lavaca?
–Lo bueno de una voz colectiva es justamente que no es única sino diferente. Esto también lo aprendimos en el camino de respetar lo que es un colectivo, porque muchas veces se cree que debe alinearse detrás de una consigna y para nosotros es al revés, tiene que alinearse detrás de muchas voces.
Uno de los objetivos es ser coherente todo el tiempo entre lo que uno hace y lo que uno dice. Es una práctica que la profesión desgraciadamente perdió en muchos lugares. El valor de la palabra es el único armamento que tenemos y de ahí que el compromiso con el discurso es muy fuerte.
–¿Y esta postura les genera choques en el ambiente?
–Sólo con los colegas, con el resto nos ha permitido construir. Si hay algo que ha perdido el periodismo es la capacidad de reflexión sobre su propia práctica y esto creo que es culpa de cómo está entrenando la universidad desde el comienzo de la democracia. De alguna manera, se inyectó el virus de mercado en el conocimiento académico y lo mató.
–¿Le parece que está cambiando esta situación?
–No, no va a cambiar. La academia ni siquiera incorpora a las radios comunitarias que fueron las protagonistas del mayor cambio en la democratización de los medios. Hoy en la currícula de cualquier universidad eso es apenas un seminario.
–¿La nueva ley de medios puede modificarlo?
–Cambia tanto que no estamos en condiciones todavía de reflexionar hasta dónde. Nosotros estamos trabajando con la hipótesis de que iba a cambiar muchísimo el paradigma de la comunicación, y el periodismo tal cual nosotros lo conocemos murió. Esto es como sexto sentido: tiene un tiro en la espalda y no se enteró. Pero lo que viene no sabemos cómo puede ser. Nuestra apuesta está en esa pelea; darle mayor compromiso y conciencia social al periodismo.
–¿Qué aporte hace Lavaca?
–No... a nosotros nos aporta todo el mundo y nosotros hacemos lo que podemos. No creo que sea un rol fundamental, ni mucho menos. Eso es lo que aprendimos; el medio está detrás y el gran problema que tiene el paradigma de la comunicación es que te pone adelante: sin medio no hay sociedad. Y la verdad es que sin sociedad no hay medio.
–Tienen una cátedra de comunicación social. ¿Qué temas se trabajan ahí?
–La cátedra es lo que más tiempo tiene, junto con la web, porque fue una propuesta conjunta: tener un espacio para poner en práctica lo que pensamos y, por el otro lado, abrir un espacio de reflexión sobre la comunicación.
Está estructurada en tres materias, de las cuales una de ellas es gestión, porque no hay dónde aprender eso. Luego tenemos una clínica de medios, donde hoy son casi todos hijos de la cátedra los que vienen a contar cómo es su experiencia, que lo incluye todo, y hay un código con los alumnos para que eso no pueda salir del aula. Y finalmente tenemos otra materia que se llama Nuevos paradigmas, que es donde intentamos analizar cómo la gente es la verdadera creadora de política.
–Entonces, de alguna manera, están haciendo un aporte a la tarea de pensar el periodismo…
–Sí, relativamente. La realidad misma tiene mucha fuerza. La calle te hace pensar mejor que un medio. Nosotros estamos como perritos corriendo detrás de la agitación social.

• PEREGRINOS DE UNA VACA
Detrás de un mostrador, una de las redactoras de Mu espía con cierta inocencia a un lector de la revista que se ha sentado a cumplir con el rito del café porteño y que con detalle lee una nota de la revista. Es una oportunidad única; desde el anonimato, observar la expresión de ese rostro, cada señal a cada párrafo.
“Por suerte tenemos un lugar privilegiado con nuestro bar. Nosotros, que también hacemos de mozos, todo el tiempo podemos hablar con la gente. Para nosotros el lector es algo muy real; es la persona que viene a tomar un café y se sienta a leerte.”
Un vínculo “poco tradicional”, dice no sin cierto orgullo, y recuerda: “No hubiésemos podido sacar la revista sin esa relación, porque la largamos un diciembre diciendo volvemos en marzo si hay gente que banque esto; y la hubo”.
“Todo lo hacemos desde la autogestión. No hay nada más triste que un medio de comunicación que no lo lea nadie y uno de los indicadores de ese interés es que te paguen por leerte. Veníamos de una web gratis y ahora tenemos 10 mil personas que sacan del bolsillo siete pesos para comprar Mu”, explica Claudia Acuña.

Fuente: Miradas al Sur.

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