lunes, 21 de mayo de 2012

"QUE EL ARTE SEA PARA TODOS"

En Arte Rep, el dibujante investiga las obras de sus artistas latinoamericanos favoritos, pero además enseña y crea para las cámaras. Más allá de lo técnico, aparecen coordenadas que tienen que ver con la historia, la política y la ideología de los autores.
 

Por María Daniela Yaccar
“La televisión no se ocupa del arte”, dispara Miguel Rep. Por eso es una novedad el programa que lo tiene como protagonista en Canal Encuentro, Arte Rep (lunes a las 19.30). Con el armado de un mural para el Espacio para la Memoria como punto de partida, Rep investiga las obras de sus artistas latinoamericanos favoritos, enseña y crea para las cámaras. El trabajo que él realiza es nada más que una excusa: en realidad, aquel mural ya fue hecho, y no tiene nada que ver con el que aparece en el programa, que es un condimento ficcional para una apuesta con fines didácticos. “No quiero mostrar mis dibujitos, sino propagar mi entusiasmo respecto de ciertos artistas y cuadros. Y quiero que el arte sea para todos”, explica Rep a Página/12.
De Arte Rep ya se emitieron dos programas. El primero tuvo como tema la relación entre compromiso y arte, y puso el foco en la obra de Antonio Berni y en la del mexicano José Clemente Orozco. El segundo versó sobre naturaleza y pintura y profundizó en el cubano Wilfredo Lam y el chileno Roberto Matta. Quedan nada más que dos emisiones, pero el creador del Niño Azul adelanta que habrá cuatro más. “Hace rato que tenía ganas de hacer un programa. Quería algo nuevo, no hacer entrevistas. Tampoco me interesaba hablar de historieta. ¡Es tan fácil para mí eso! Es un potrero en el que ya jugué. No me despierta la misma curiosidad que las artes plásticas y estos ‘pintorazos’”, cuenta Rep.
Esta es su segunda incursión televisiva, más allá de los ciclos en los que aparecen ilustraciones suyas. La anterior fue, precisamente, en un ciclo de entrevistas llamado Repregunta. “Siempre tuve ganas de hablar de arte, pero no había pensado en algo tan didáctico”, recalca el dibujante, que en su programa no es exactamente un conductor, porque no hay miradas a cámara. Simplemente, él trabaja en un estudio y relata por qué elige tal o cual camino en el proceso creativo, del cual se exponen dos dimensiones: “la subjetiva y la académica”. Esta última la aporta la especialista en estética Marta Zatonyi, su maestra. “Buscamos didactismo con belleza”, explica Rep.
–La subjetividad parece fundamental para establecer un recorte, pero además para correrse de cierta idea de saber.
–La idea es desmontar lo sagrado, ese discurso que dice que te tenés que desmayar frente a una obra. Capaz no te pasa nada porque ése no es tu artista o no es tu momento. Quisiera que todos comprendieran la historia del arte para elegir. Por ejemplo, Diego Rivera es el muralista mexicano más universalista, conocido y folklórico. El menos es Orozco. Sin embargo, en el trámite plástico es el más audaz. Por eso me pareció que combinaba con Berni. Como en la política, en el arte uno tiene que decidir, porque incluso el arte forma parte de la política.
–¿Le resultó complicado adaptarse a la televisión?
–Los programas son muy trabajados y trabajosos. Tuve que dibujar mucho y estudiar un tocazo de memoria. ¡Llegué a hacerme cuadritos para aprender la letra! A su vez, es raro no mirar a cámara. No sé a quién le hablo. Hay una cámara invisible en mi estudio viendo cómo investigo. La tele tiene una tradición muy bastarda: es consumo, palo y a la bolsa. No se ocupa del arte, y si lo hace es con teóricos y no con hacedores. Por suerte, los programas de Encuentro son para coleccionar: uno los puede volver a ver si no entendió algo. Eso es fundamental, porque el programa ofrece mucha información. Las obras son multidisciplinarias. En ellas no solamente aparece lo técnico sino coordenadas que tienen que ver con la historia, la política, la ideología y cuestiones personales de los autores.
–¿Se siente cómodo en la transmisión de conocimientos?
–El campo didáctico es muy lindo. Este es un momento para empezar a plantear cosas que antes no se podía porque había otras más urgentes. Me es difícil la transmisión porque no soy actor y no creo ser absolutamente fluido. Además, la gente está acostumbrada a una escolástica invasiva, vociferante y con un léxico didáctico. Yo carezco de eso. Me cuesta mucho aprenderme una letra, no la puedo decir como un soliloquio. La tengo que llevar a mi cadencia, porque ni yo mismo la creo si la digo de memoria. Esa es mi angustia frente a la cámara. Tengo 26 minutos para hablar de dos tremendas vidas con tremendos cuadros. En el segundo ciclo espero ablandarme un poco más. Este es el momento de crear el código, porque no tenemos un modelo. No he visto un programa de estas características de un dibujante o de un tímido. ¡Es un milagro que haya salido bien!
–¿Y por qué quiso enseñar sobre arte?
–La historia del arte es la más honesta que existe, incluso más que la de los hechos. Patentiza la del inconsciente humano. Por eso trabajo el tema de Artépolis. Me gustaría mucho que algún día se enseñe Historia del Arte en las escuelas. Estamos en la era de la imagen. Pero ella es una enemiga, porque es corrompida, psicópata, comercial. En la historia del arte son otras las variables que funcionan. No es lo mismo Las Meninas que un aviso de Axe, manejan distintos intereses. Contra eso tenemos que tener una defensa: la educación del ojo. El arte no es solamente un “divierte burgueses”, es para todos.
–El Mural Bicentenario lo realizó a la vista del público. Más que cualquier otra cosa, la realización de una obra semejante era la excusa ideal para hablar de arte latinoamericano en TV. ¿No?
–El 80 por ciento de los murales que hice tuvo un público que habla y mira. El mural sirve si alguien lo ve. La actitud del gráfico es otra: no necesito que venga nadie a mi estudio. Te modifican mucho las respiraciones a tus espaldas. No sé si me va a modificar el programa. Es que, como el mural es falso, soy sobre todo un intermediario. Por un lado ayuda que la gente me reconozca como un autor que ve en los medios hace tantos años. Tal vez, en otros casos dificulte. Lo extraño acá es la combinación entre autor y didactismo: yo me lo tomo con mucha subjetividad, no tengo ningún pacto con las palabras que tengo que decir. El contenido está guionado, pero estoy totalmente de acuerdo con ese guión. Y lo que soy incapaz de decir no lo digo.
–Su misión es que el arte sea para todos. ¿No se queda corto con ocho capítulos?
–Me encantaría generar un canal de Artépolis. Pienso que este tipo de programas son ensayos de esa programación. El arte es para todo el mundo. Eso no significa que todos seamos artistas. Pero está la opción de tomarlo para tu vida o de vivirla descubriendo ese mundo.

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