lunes, 28 de mayo de 2012

"EL LEGADO DE LOS NOVENTA CONDICIONA LA ORGANIZACION QUE ALIENTAN LAS BASES"

Entrevista aVictoria Basualdo, investigadora de FLACSO.

Por P. Galand  

     
Victoria Basualdo es historiadora e investigadora de Flacso. El año pasado publicó una investigación sobre los delegados y las comisiones internas desde 1943 hasta 2007. Sobre el proceso actual, reivindica el protagonismo que recobró el movimiento obrero a partir de la recuperación del empleo y de las negociaciones colectivas de trabajo. Sin embargo, también observa la permanencia del legado impuesto en los noventa que tiene que ver con la fragmentación y la precarización de las condiciones de trabajo y que, por lo tanto, ponen limitaciones a la capacidad de organización y mayor democratización de la clase trabajadora.
–¿Cómo analiza la relación actual entre las bases y las dirigencias gremiales?
–Antes que nada, me parece que lo importante es tratar de pensar a las bases y a los liderazgos en permanente vinculación. El movimiento sindical tiene distintos componentes y cada uno de ellos es importante. La idealización del sindicalismo de base como lo realmente valioso de su estructura me parece problemática. Los componentes de la estructura sindical son varios. Por un lado, la dirigencia máxima y centralizada a nivel de confederación nacional; por otro, las dirigencias de los gremios con base nacional por rama de actividad y por otro lado las representaciones en los lugares de trabajo. Creo que hay que pensar estas distintas instancias como en permanente interrelación unas con otras. Con respecto a la relación de estos distintos estamentos en la actualidad, lo primero que hay que analizar son las condiciones estructurales de las que se parte. Éstas tienen que ver con rumbos económicos, evolución sectorial y situación del mercado de trabajo. Lo que vemos en esta década es una mejora notable de estas condiciones estructurales que posibilitan la organización. Pero al mismo tiempo hay que marcar los desafíos pendientes. Por lo tanto, en esta etapa observo una revitalización clara del conflicto sindical. De acuerdo con datos del Ministerio de Trabajo, el 70% de los conflictos de 2010 tuvo que ver con los lugares de trabajo. Esto demuestra que las bases están siendo muy importantes en los procesos de conflictividad. Y, por otro lado, es muy importante la otra pata del movimiento sindical que es la negociación. La reinstauración de la negociación colectiva cambió el panorama del movimiento sindical. Lo que diría es que las bases están teniendo un proceso de mayor organización. Tienen una presencia muy grande en los procesos de conflictividad, pero al mismo tiempo, los liderazgos están sosteniendo fuertes procesos de negociación colectiva que también fortalecen la posición del movimiento sindical.
–¿Hay un perfil definido del nuevo delegado a partir del resurgimiento del movimiento obrero?
–No hay estudios generales sobre el conjunto de los nuevos delegados. En términos metodológicos, me parece que hay que tratar de distinguir dos cuestiones: la organizativa y la ideológica. Los nuevos delegados están pidiendo una mayor democratización, que es la capacidad de tener representantes en el lugar de trabajo, lo cual democratiza los sindicatos internamente porque da incidencia a los trabajadores de base y los fortalece frente a la patronal. En términos ideológicos, gran parte de estos conflictos han tendido bastante relación con organizaciones de izquierda que históricamente tuvieron una relación muy fuerte con las organizaciones de base. Pero también me parece interesante pensar que en todos estos casos tiene que haber una vinculación. Porque ser representante sindical significa justamente representar al conjunto de los compañeros. Todos aquellos que han logrado un proceso de representación, y esto sucede claramente con los metrodelegados del subte, han sabido combinar sus propias influencias ideológicas con una pluralidad y una voluntad de construcción conjunta que es imprescindible para toda construcción sindical.
–¿Los dirigentes se vieron obligados a reconfigurar su acción política para mantenerse en el poder ante estas bases nuevas que quizá puedan cuestionar su liderazgo?
–Para empezar, tendríamos que analizar qué poder tienen las bases. Así como en estos últimos ocho años fue posible llevar adelante conflictos por reivindicaciones que derivaron en alzas salariales monumentales, hay un legado de las últimas décadas que aún persiste y que es muy regresivo para el movimiento obrero. Se trata de un legado que debilita la capacidad de organización y presión de las bases. Existe una enorme voluntad de organización de parte de las bases, pero que coexiste con enormes limitaciones para llevarla adelante. Esas limitaciones tienen que ver con prácticas que se promovieron y generalizaron a partir del proceso de privatización y de las reformas laborales impuestas en los noventa. Tenemos, por lo tanto, un proceso de fragmentación en el propio colectivo obrero que aún subsiste y que conspira contra las posibilidades de organización.
–¿A ese legado se lo combate modificando aquellas leyes impuestas en los noventa o desde la lucha en los puestos de trabajo?
–Me parece que ambos frentes son válidos. El legado de la reforma laboral de los noventa tiene que ser atacado muy activamente. Creo que en ese sentido los fallos de la Corte Suprema han tendido a proteger estos intentos de organización sindical a nivel de las bases. Pero además se abre un desafío con respecto a los sindicatos y que tiene que ver con que si tienen la voluntad de empezar a cuestionar el legado en términos sindicales. Acá tiene que haber una promoción por una reinclusión de aquellos trabajadores que perdieron durante la década del noventa. Esto implicaría empezar a reconstruir esas solidaridades y fortalecer no sólo a los sindicatos, sino también a los trabajadores. Los sindicatos muchas veces tienen una lógica de funcionamiento institucional que tiende a su propia preservación y me parece que hay que pensar en términos de la clase en su conjunto. Es un buen momento para pensar en políticas activas que permitan revertir esto.
–¿Cuáles son los principales desafíos que se les presenta al movimiento obrero hacia el futuro?
–Me parece que ante los altos niveles de heterogeneidad que existen en el seno de la clase trabajadora es fundamental encontrar ciertos puntos comunes que sirvan para fomentar la solidaridad y reducir la fragmentación que se impuso a partir de los noventa. Lo digo porque una de las cuestiones más claras en la etapa de post-convertibilidad es que hay tasas de ganancias extraordinarias en grandes sectores. Por lo tanto, si dentro de la clase trabajadora se logra fomentar la articulación se podrían concentrar las energías en examinar estas altísimas tasas de ganancias en varias actividades de la economía que es de donde tendrían que venir los fondos para redistribuir en aquellos sectores que están en una situación de marginación. En este sentido, no sólo hay que confiar en las políticas estatales, sino que la propia clase trabajadora tiene que ir avanzando en una concepción más integral de clase donde los desocupados también sean considerados trabajadores desocupados, donde los no registrados pasen a ser registrados y donde los registrados tengan una realidad uniforme y que no existan clase 1 y clase 2, como existe actualmente

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