lunes, 21 de marzo de 2011

"SOY CRISTIANO Y MARXISTA"


El sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, visitó la Argentina para presentar un documental sobre la tarea religiosa, social y artística que desarrolló en una isla de su país. En esta entrevista evoca aquella experiencia y analiza luces y sombras de la revolución sandinista.

Por Mauro Apicella

En la iconografía infantil, Dios es un hombre añoso de cabellera, barba y túnica blancas. Esa imagen podría corresponder a la del sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Claro que él usa boinas negras, detalle que le da un toque revolucionario. Es decir: dentro de la iconografía infantil, esa imagen sería la del Dios revolucionario.
Don Ernesto estuvo en la Argentina hace unos años para el III Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Rosario, y regresó a nuestro país en enero último para presentar el documental que cuenta la historia de su trabajo, durante el segundo lustro de la década del 60, en las islas nicaragüenses de Solentiname. Pasó por Buenos Aires y por la ciudad cordobesa de Cosquín, donde presentó el largometraje realizado por Modesto López ante el público que asistió al "Encuentro Nacional de poetas con la gente", que desde hace 10 años forma parte de la programación del Festival Nacional de Folklore.
Cardenal es un religioso trapense que dejó un monasterio en Estados Unidos por consejo de su maestro y amigo Thomas Merton, para instalarse en una alejada comunidad en Solentiname. Su labor hizo que de allí salieran pintores, poetas y escultores campesinos. Apoyó la revolución nicaragüense, fue ministro de Cultura de su país entre 1979 y 1987 y se alejó del gobierno, desencantado por el rumbo que éste tomó en la década siguiente. Desde muy joven, desarrolla su tarea como escritor. Tiene en su haber títulos muy difundidos, como Cántico cósmico y El evangelio en Solentiname .
Días antes de la presentación en Cosquín, el poeta, religioso y revolucionario conversó con adn de muchos temas. "Venga mañana, a las once. Ernesto lo espera a esa hora para la entrevista. Anote la dirección", había dicho Modesto López. Para las once de aquella mañana, la llovizna fresca enfriaba el calor festivalero que se sentía por esos días. En el jardín de la casona cercana al río Cosquín, donde estaba alojado Cardenal, la tranquilidad, el olor a césped mojado y las reflexiones del veterano poeta también contribuían al contraste con el frenesí musical. Ernesto Cardenal rememoró las revoluciones que fueron y las que no, habló de la contemplación, del cristianismo, del marxismo y de la actualidad política de América latina. Ese hombre de 86 eneros, cumplidos hacía muy poco, era el mismo que en una charla sobre el origen de la vida había contado que las computadoras estaban construidas con la arena del mar ("De silicio, que es el principal compuesto presente en la arena del mar", explicó en una conferencia ofrecida en Asturias, en 2004).
Sentado en un cómodo sillón, el hombre de cabellos largos, camisa blanca y boina negra no era Dios, pero no dejaba pasar nada por alto. "¿Esta entrevista no es para un periódico?", preguntó mientras señalaba la videocámara que estaba sobre la mesa ratona. "Sí. Quédese tranquilo. Fíjese que no lo estoy enfocando. La estoy usando para registrar su voz porque mi grabador no anda bien", respondió el cronista, con la sospecha de que quizá la duda había quedado dando vueltas. O no. Porque Cardenal no parece una persona afecta a las dudas. El envejecimiento, la vida y su origen (algo a lo que tantas palabras le ha dedicado en sus libros), la muerte y la resurrección fueron algunos de los primeros temas que pasaron por esta charla y que, realmente, no cargaban en su voz un tono dubitativo. "Nunca tuve dudas. Siempre fui cristiano", dijo. Y a esto se podría agregar que es un hombre de fe que ha buscado muchas respuestas en la ciencia. "Sí -confirma-. En la naturaleza. En los nuevos descubrimientos. La ciencia me acerca más al autor de la creación, que es Dios."
-¿Cómo lleva su sacerdocio? ¿Hace mucho que no celebra misa?
-Sí. Porque tengo una sanción del Vaticano que se llama suspensión a divinis . Un teólogo en Florencia me dijo que no debería llamarse así sino a humanis porque ha sido por razones políticas en el tiempo de la revolución en Nicaragua. Junto con otros sacerdotes que apoyamos la revolución tuvimos esta suspensión que significa la prohibición de administrar sacramentos. Pero sigo siendo sacerdote. La prohibición para mí no es importante porque no me hice sacerdote para administrar sacramentos sino para unirme a Dios y llevar una vida contemplativa. Mi vocación fue contemplativa, no de pastoral sacerdotal.
-¿Qué siente al ser una persona que está al servicio de Dios y al mismo tiempo es reconocida y famosa, con todas las tentaciones del ego?
-Lo de reconocido y famoso ha sido gradual. No hace mucho tiempo que empecé a ser conocido. En los últimos años mi obra ha tenido mucha divulgación y publicaciones en varias lenguas. Pero no sé si muchos lectores. Y nada de eso es garantía de excelencia. Habrá que ver las razones de la divulgación. Yo creo que fue el esfuerzo de algunos editores míos, especialmente el de Alemania, que hizo una gran labor. El escritor inglés T. S. Eliot dice que a la grandeza literaria se llega por razones extraliterarias. En el caso mío, esa "grandeza pequeña" se debe a los temas que traté, a la inspiración de mi poesía: los pobres, los oprimidos, la justicia social. Ésas son las razones extraliterarias.
-Cuénteme ahora aquello por lo que se ha lamentado.
-Por la pérdida de la revolución. Ésa es la pena más grande de mi vida.
-¿Se refiere a cuando, a fines de los años 80, dejó el Ministerio de Cultura y comenzó a desencantarse por el rumbo que tomaba el gobierno nicaragüense? ¿Qué fue lo que más lo decepcionó?
-Es que fue una revolución muy bella de diez años y pico. Para mí y para muchos otros, la mejor revolución que ha habido, la que ha tenido más solidaridad y cariño en el mundo entero y también la que ha significado la mayor transformación para Nicaragua en toda su historia. Nosotros creíamos que sería para siempre pero fue frustrada por la injerencia de Estados Unidos y la pérdida de unas elecciones. Eso fue el fin de la revolución; no la pérdida de las elecciones. Porque esa revolución era democrática. Es un riesgo democrático perder elecciones. Habiendo sucedido eso, la revolución pasó a ser oposición. Y los altos dirigentes perdieron la moral y comenzaron a robar escandalosamente en el tiempo de transición, antes de entregar el poder al nuevo gobierno. Ya no se podía hacer una revolución desde la oposición. Simplemente quedó un partido político corrompido que es el que más tarde volvió al poder.
-¿Cómo ve el panorama social y político en América latina?
-Muy bueno, a excepción de Nicaragua. Me gusta el hecho de retomar el sueño bolivariano que lleva adelante Hugo Chávez. Tratar de unificar a América como un solo poder en contraposición al poder del Norte. El mismo proceso socialista que hay en Ecuador, Uruguay y Paraguay, ahora con un obispo de presidente, y la Argentina, con un presente sumamente esperanzador. Y también está el ejemplo de Brasil, que es gran esperanza para América latina. Agregaría México, no todo, pero sí el sur, con el movimiento zapatista del subcomandante Marcos. Es la última revolución del siglo XX y la primera del XXI.
-Usted estuvo con Marcos hace algunos años. Salvando las diferencias temporales, ¿cree que el movimiento zapatista tiene características similares a las del sandinismo de la revolución en Nicaragua?
-Pues... tiene las características del primer zapatismo, de Emiliano Zapata. Eso es lo que hereda. Y eso también inspiró a Sandino. Porque Sandino, igual que Zapata, nunca quiso ser presidente. Quiso un gobierno agrario, campesino y de cooperativas. Y no quiso ser un partido. De manera que existieron esos lazos de identificación.
-¿Hacia dónde va hoy el movimiento zapatista?
-Lo ignoro. No sé en qué están ahorita, ni para dónde van, ni hasta cuándo van a estar así, enmascarados.
-Volvamos a su trabajo en Nicaragua, ¿cuánto influyó el Concilio Vaticano segundo en experiencias como la de Solentiname?
-Fue producto del concilio. La teología de la liberación también nació de ahí. Fue el movimiento latinoamericano de volver al Evangelio. El problema es que el nombre fue mal escogido. Los obispos la llamaron así por no llamarla teología de la revolución. Esa era una palabra demasiado fuerte para ellos. Usaron la palabra liberación como un eufemismo. En mi opinión, fue una teología de la revolución y marxista, aunque no todos los que han participado en ella aceptan eso. O lo matizan diciendo que del marxismo sólo se aceptó el método social. Creo que si la hubieran llamado teología de la revolución, nadie se preguntaría de qué se trataba porque todos saben lo que significa la palabra revolución. Y nadie se preguntaría por qué el Vaticano se opone a esta teología, ya que el Vaticano se opone a toda revolución desde hace muchos siglos. Las revoluciones fracasaron en muchos países, lo mismo que el intento de hacer sociedades de modelo marxista. No quiero decir que Marx haya fracasado, porque eso sería como decir que el cristianismo ha fracasado, sino que fracasó la aplicación que se ha hecho de él. Ha sido verdaderamente contraria al cristianismo: la corrupción de los papas del Renacimiento, la Inquisición, las Cruzadas. El escritor y humorista inglés Chesterton decía que el cristianismo nunca había fracasado porque no se había puesto en práctica. Lo mismo se puede decir del marxismo. Sin embargo, yo sigo siendo cristiano y marxista.
-Aunque muchos consideren esto como una contradicción.
-Sí, pero no tiene por qué serlo. Es como decir cristiano y demócrata. Como tampoco hay contradicción entre cristianismo y medicina. No son la misma cosa; tampoco son contrarias ni incompatibles.
-¿Cuál fue y es el principal problema del cristianismo? ¿Que cada uno lo quiere entender a su manera?
-El mismo que tuvo Jesucristo en su tiempo: el cristianismo es difícil de practicar. Amar a los demás como a uno mismo. En eso se fundó el reino de Dios. El amor a los demás y la entrega de uno mismo. El morir para los demás, que fue lo que él hizo. Tratar de imitarlo es sumamente difícil pero tenemos la obligación de hacerlo. A eso lo llamó el Reino de Dios. Eso era algo subversivo en esa época como en ésta lo es revolución.
REFLEXIONES MISTICAS
Para quienes estén interesados en la literatura mística, éstos son algunos títulos que fueron producto de la dedicación contemplativa de Ernesto Cardenal.
Vida en el amor . "Es un libro que escribí al salir del monasterio. Son reflexiones místicas, publicadas con un extenso prólogo de Thomas Merton."
El telescopio en la noche oscura . "Un librito pequeño, que se puede decir que es místico y contemplativo."
Cántico cósmico . "Aunque no está dedicado a lo contemplativo, lo místico está presente en algunos pasajes.""POR MILAGRO"
Ernesto Cardenal es modesto respecto de su experiencia en una isla nicaragüense del archipiélago de Solentiname, a mediados de la década del 60. "Yo no llegué allá con algún propósito. Estaba en un monasterio trapense en Estados Unidos y mi maestro orientador, el escritor místico, muy célebre, Thomas Merton, me aconsejó no entrar en otra orden religiosa sino fundar una comunidad que fuera pequeña en mi país. Eso fue lo que hice para vivir una vida contemplativa. Irme solito como ermitaño iba a ser difícil, por eso fui acompañado por otros pares. Llegué con dos compañeros del seminario que renunciaron al sacerdocio por esa aventura. Pero era un lugar alejado de todo, muy pobre, y no podíamos dejar de atender las necesidades más inmediatas de allí y de las islas. Yo era párroco de la pequeña población campesina. Además de celebrar misa teníamos alguna labor social que no pudimos dejar de hacer. Por ahí vimos que un campesino había hecho una pintura primitiva. Le dimos telas, pinceles y óleos. Hizo un cuadro que se vendió en Managua. Así empezaron a pintar otros y surgió ese movimiento pictórico primitivo campesino. Lo mismo pasó con la artesanía y la poesía. Yo no había proyectado nada de eso, aunque le dio cierta importancia a mi estadía allí. Pero no debe exagerarse."
Y así de espontáneo fue el Evangelio en Solentiname : "En la misa, al leer el Evangelio, yo no hacía una predicación. Lo comentábamos con la gente. Eso me pareció tan interesante que comencé a grabar sus comentarios. Primero lo publicamos en una revista y luego en un libro de dos tomos llamado el Evangelio en Solentiname . Se editó en muchos países y muchas lenguas. Todo ocurrió por accidente... No. Esa palabra no es correcta. La correcta es por milagro".

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