jueves, 6 de enero de 2011

PEDALEANDO CONTRA LA CORRIENTE


La bici vuelve al paisaje urbano, pero ahora hay quienes la impulsan: organizaciones, blogs, familias. Los nuevos usos. Y la bicicleta convertida en objeto de diseño.


Por Sonia Santoro

Paradojas, en ciudades cada vez más grandes y llenas de autos, las bicis están teniendo un despertar. Dicho de otro modo, la bicicleta se ha vuelto a poner de moda. Organizaciones de lo más diversas revalorizan su uso por su autonomía, su practicidad o su belleza y están siendo cada vez más visibles en las calles. Allí exhiben sus virtuosas dotes de circulación rápida y ecológica, amén de sus beneficios para la salud, convertidas ya en objeto de arte y consumo.


“Toda bicicleta merece una segunda oportunidad (y una tercera y una cuarta)”, dice el manifiesto de La ciclet, un blog de amantes de la bici bonaerense. ¿Qué oportunidad se estarán dando las bicis o quienes las pedalean en esta Buenos Aires cada vez más llena de ruedas? “Las bicicletas se están vendiendo muy bien. Hay más número de bicicletas, pero lo que ha cambiado últimamente es que dejaron de invisibilizarse. El usar la bicicleta, por gusto o por necesidad está instalado. Hasta ahora no se las tenía en cuenta”, dice Néstor Sebastián, presidente de la Asociación de Ciclistas Urbanos (ACU), con conocimiento de causa, ya que su asociación contiene la memoria de las luchas para lograr que la bicicleta sea considerada un medio de transporte en la ciudad. La ACU nació hace 14 años.


Mucho más joven es Ciclofamilia (ciclofamilia.wordpress.com/), un blog creado por una familia porteña para difundir propuestas para salir en dos ruedas con todos los críos, y familia ampliada. Ellos rescatan un uso diferente de la bicicleta. Se definen como una familia que descubrió que la bicicleta es una experiencia que permite conocer, hablar y amar. “Disfrutamos de andar y también disfrutamos mucho de parar, frenar y ver con la enorme libertad de quien no tiene más ventanillas que su abrigo. Escribimos este blog porque la idea de una familia en bici no está presente ni en el empresariado del turismo o de las bicicletas, ni en la de los planificadores urbanos, ni en la de los vecinos que se enternecen y se asustan en simultáneo cuando ven una bebé con casco.”


Su propuesta es tan sencilla como revolucionaria. Lo que proponen es pedalear, pedalear y pedalear. Yendo a la plaza o al trabajo, solos, acompañados, en vacaciones. “Recuperar una dimensión más humana de la ciudad donde ir y parar sea sencillo y libre.”


–¿Se puede sentir esa libertad entre colectivos que escupen humo a la cara y autos que pasan raspando?


–Para nosotros, pedalear aun yendo a algo tan rutinario como el trabajo siempre implica cambiar el recorrido, visitar otras calles, estar dispuestos a un transitar abierto –dicen.


Mujeres en la cleta


Pensar el pedaleo como un medio de transporte es lo que permite superar la idea de la bicicleta ligada al ocio, tal vez la más difundida. Del otro lado de la cordillera van por ese camino. Macleta es una organización chilena que busca que cada vez más mujeres usen la bicicleta como medio de transporte (ver recuadro). Hoy la forman once integrantes activas en el equipo de trabajo, todas profesionales de diversas áreas, voluntarias que aportan su tiempo en esta causa. Existen también alrededor de 20 colaboradores cercanos y un número importante (800) que las sigue vía Facebook o Google Group. ¿Por qué proponen el uso de bicicletas por parte de mujeres? “Creemos que es un medio de transformación social y personal. Un modo de empoderar a quienes tienen menos posibilidades en nuestra sociedad. Es a su vez un medio para la libertad, que aumenta las posibilidades de muchas mujeres de acceder a los beneficios de la ciudad. Es una contribución al medio ambiente, a la salud de las mujeres y también un medio para la equidad. Tenemos la firme convicción de que la bicicleta es una forma de mejorar esta ciudad”, dice Andrea Cortínez O’Ryan, coordinadora de Macleta. En Santiago, la cifra de mujeres que pedalean bordea un 20 por ciento del universo de ciclistas, en las comunas con más recursos.


Cortínez O’Ryan aclara que “Macleta dista mucho de ser un grupo de chicas que se juntan a pedalear; es una organización con cuatro ejes de trabajo, y la recreación no es parte de ellos. Llegamos en bicicleta a nuestros trabajos, también a nuestras reuniones, pero no es nuestro objetivo bicicletear juntas pues la bicicleta es nuestro medio de transporte”.


Objeto de arte


Así, los usos y costumbres en torno de la bici se van reciclando y de este modo las bicicletas están llegando a lugares insospechados. “No existe la bicicleta obsoleta”, dice el manifiesto de La ciclet. Así podría resumirse el espíritu de Monochrome Recycled Bikes (www.monochrome.com.ar), una empresa nueva que recicla bicicletas de forma sustentable y las convierte en un objeto de diseño. Es curioso, en la home de su página web no hay una bicicleta, hay un fitito turquesa.


Alejando Sanguinetti y Natan Burta son los socios de esta propuesta. Ambos diseñadores industriales se conocieron estudiando juntos en la universidad. Luego viajaron y hace un año y medio empezaron a planear cómo volver a Buenos Aires y generar una empresa de cero.


En marzo pusieron una oficina y hace tres meses empezaron a vender bicicletas. Ya vendieron 10 y tienen 20 pedidas. A simple vista parecen pocas, pero éstas no son cualquier bicicleta. En principio, como lo dice su nombre, tienen un solo color, son totalmente negras o blancas, desde el manubrio hasta las ruedas. “No es una Olmo o Aurorita que se venden de a 600 por mes. Nosotros las vendemos en locales de ropa, en lugares de diseño y por Internet. Es más artesanal y customizado para cada usuario”, explican ellos.


Su costo tampoco es el mismo, va desde 1500 hasta 2500 pesos. Dinero que, hasta el momento, han desembolsado quienes preveían (“gente con muchísima conciencia del medio ambiente, que aprecia mucho el valor del diseño y la calidad que se le puso al trabajo”) y quienes no esperaban (simplemente padres que quieren una bici linda para sus hijos).


Hay gente que les manda fotos de sus bicicletas para que las conviertan en esas elegantes ninfas únicas. Que tengan esos manubrios de línea notable delineados con láser, un asiento de cuero vegetal (“es el cuero como se lo saca de la vaca, sin curtido al cromo, que es muy dañino para el medio ambiente”) y esas ruedas blancas tan minimalistas.


Pero no todo es tan sencillo. Hay algunos requisitos que cumplir para ser aceptados en Monochrome: deben ser cuadros de más de 10 años, soldados con bronce y empipados –en vez de soldar directamente caño con caño, tienen un caño que sostiene a otros dos–. Deben tener estilo inglés, ser de carrera y media carrera, o plegables. Playeras y mountainbikes abstenerse. No dan el piné.


Además de la elegancia de sus productos, en Monocrhome juegan un poco con la nostalgia, cada bicicleta se lleva el número de patente, que le permitirá a su dueño/a entrar en la web y saber la historia de esa bici; si estuvo en un descampado o tenía familia, por caso.


Yendo a lo práctico. Un diseño como éstos ahorra el problema de dónde se guarda la bici. Nada de acomodarla en el garaje, el balcón o apilarla en el fondo de algo. Está más cercana a la Rueda de bicicleta, de Marcel Duchamp (1913), el dadaísta que homenajea a esta máquina, tan común y transversal –no distingue clases–, y la transforma en una obra de arte.


Y sí, las bicicletas, como todo lo que anda en este mundo, ya han sido atrapadas, y embellecidas (a veces demasiado) por el mundo del diseño. Las marcas internacionales –Fendi, Elie Tahari, Chanel, Gucci, Hermes, Urban Outfitters, Pinco Pallino y Cynthia Rowley– han sacado sus propios modelos de bicicletas exclusivos, lujosos y carísimos. Le dicen bike-chic.


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