lunes, 20 de diciembre de 2010

MACHI RUFINO: REUNIÓN CUMBRE



El bajista habla del regreso de Invisible, en el concierto de Luis Alberto Spinetta del año pasado en Vélez


Por Eduardo Slusarczuk


Apenas suena el nombre de Invisible, Machi Rufino asegura que fue su experiencia musical más importante. Y respalda esa contundencia con argumentos sólidos.

“Yo estuve en el primer concierto de Almendra, en el Instituto Di Tella. Hasta recuerdo cómo estaba vestido Luis, a quien ya admiraba. Por eso, cuando Luis vino a casa a proponerme formar el trío, después de haber sido parte, con Pomo, de Pappo´s Blues, para mí fue como tocar el cielo con las manos. Pero, además, se dio la particular circunstancia de convivir durante casi tres meses, antes de salir a tocar, en una quinta prestada, en General Rodríguez. Aún tengo la imagen de los tres, empujando los dos Fiat 600 en los que fuimos, bajo la lluvia y con el barro hasta las rodillas para llegar hasta la casa por primera vez –‘De ahí salió la idea del charco que ilustra la tapa del primer disco’, revela-. Los tres solos, sin ayudantes, sin novias. Eso creó una relación muy especial entre los tres.”


Especial, a tal punto que cuando Pomo se casó, el Flaco y Machi fueron sus testigos. “Cuando me tocó a mí –agrega-, los testigos fueron Luis y Pomo. Y cuando, por último, se casó Luis Alberto, los testigos fuimos Pomo y yo. Es decir que somos algo así como compadres o no sé que cosa.”


Después, la vida fue y vino. “A los pocos meses de la separación de la banda, ya estaba tocando en lo que desembocó en A 18 minutos del sol. Un disco maravilloso, con grandes músicos, como Osvaldo López, que había sido baterista del Mono Villegas”, recuerda Machi. Primer paso de los muchos que el músico daría en el jazz. “Por el ’80 me convocó Baby López Furst. Y a partir de ahí toqué con Fats Fernández, Horacio Pocho Larumbe, Norberto Minichilo, entre otros”. Poco más tarde, “una reunión discográfica y en vivo de Invisible, de la que casi no se habló” quedó inmortalizada en la versión de Días de silencio grabada en trío en Mondo di cromo, y en un registro no oficial de la presentación del disco, en el Coliseo, con Dios de adolescencia en el repertorio.


La la la y Tester de violencia serían nuevos puntos de encuentro entre Luis y Machi, tiempo antes de que el bajista se llamara a silencio, tras la muerte de su hija, Laura, en 1995. Sólo hace apenas tres años volvería al ruedo, como parte del Power Trío que completan Lito Epumer y Cristian Judurcha. Una década sin salir a tocar, con la única excepción de un concierto de Divididos: “Acepté la invitación, en parte, por el fanatismo que Laura tenía por ellos”.


En ese marco, la posibilidad de una reunión de Invisible daba vueltas más en la cabeza de gente del ambiente que en las de los músicos. “Por eso lo que sucedió con la génesis de esta reunión fue muy gracioso”, dice Machi, que relata: “Yo uso mucho Facebook, y cuando la gente con la que conectaba me preguntaba si era verdad que nos reuniríamos, les respondía que ni loco. Lo negaba. Creía que era imposible. Hasta que un día me llamó Luis, y apenas me dijo que tenía algo que anunciarme, me empecé a reír: “Yo me la paso negando esto, ¿y vos ahora me vas a decir que es verdad? Sí, es verdad, me dijo. Así que fui el último en enterarme.”


De ahí a recuperar aquellos viejos códigos fue cuestión de horas. “Por momentos no sabías si estabas en el presente o en el pasado”, señala. Abajo del escenario y arriba también. “El riesgo de las reuniones es que suenes peor que antes, así que para eso mejor no hacerlas”, reflexiona, y opina: “Yo creo que hicimos un papel digno. Sonamos muy bien. Algunos dicen que mejor que antes.”


“En un momento de la noche, Javier Malosetti me abrazó y me preguntó si me daba cuenta de que estábamos siendo parte de un evento histórico. Yo ya soy un chico grande, y quizá dentro de no tanto me llamen para ir a la nube. Pero esto –‘esto’ es el concierto, ahora convertido en una caja de tres CD y tres DVD que acaba de salir a la venta- es una forma de perdurar de una manera que nunca me imaginé”.


“Pero sin duda, yo no puedo dejar de pensar que más allá del sueño cumplido de volver a tocar juntos, para mí fue muy fuerte que mi hijo, Juan Pablo, que es bajista de Lito Vitale desde hace unos años, me pudiera ver tocar con una banda que se disolvió mucho antes de que él naciera. O que mi querida mujer Nora, que falleció hace dos meses, y que fue testigo de la génesis de la banda, que estuvo en todo lo que viví, también lo haya podido ver y disfrutar, ahora, visto en este momento que ella no está, me parece impresionante. No estuvo mi hija, aunque lo debe haber visto desde el cielo. Pero bueno, más allá de lo que me haya pasado a mí, que hayan podido estar ellos fue una experiencia impresionante. Mucho más que un sueño.”

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