miércoles, 19 de mayo de 2010

EL RUIDO DE ROTAS CADENAS


LA DESMANICOMIALIZACIÓN SEGÚN EL DIRECTOR DEL FRENTE DE ARTISTAS DEL BORDA

Había urgencia por recuperar terreno perdido. En 1984, la euforia que producía el estreno de los zapatitos nuevos de la democracia contrastaba con instituciones desaguazadas que había que volver a inventar. Una de ellas, poco recordada, fue el club Boca Juniors. Ese año, se presentó en convocatoria de acreedores, fue intervenido por la Justicia (el interventor fue Federico Polak, el histórico vocero de Alfonsín) y, quizá lo peor para la memoria bostera, ni el arco de Hugo Orlando Gatti, ni la defensa de Mouzo y el fiero Pasucci, ni el mediocampo de Berta y Kra-souski, ni incluso la delantera del Turco Abdeneve pudieron con el imparable F C Barcelona en el Camp Nou, que propinó nueve pecaminosas pepas (golazos) a la canasta xeneize, contra sólo una del visitante.

No muy lejos de allí, en el barrio contiguo de Barracas, José Grandinetti asumía como jefe del área de Psicología social del Hospital Neuropsiquiátrico José Tiburcio Borda, que por ese momento estaba bajo órbita de Nación (el pase a Ciudad vendría con Cavallo). Lo hacía a expensas del flamante director Héctor Luna, representante de las políticas del director de Salud Mental del gobierno de la UCR, el doctor Vicente Galli. Era verdaderamente una transformación radical, en su sentido más revolucionario. Lo que se proponían era replicar la experiencia italiana del (anti) psiquiatra Franco Basaglia, que al cabo de un proceso de siete años había transformado el manicomio de Trieste en un hospital de puertas abiertas, integrado a los "locos" a la sociedad, y restituido ese predio el Estado para que hiciera un teatro, una Facultad, un parque y calles para que los paseantes desbordasen la ciudad antes amurallada.

Se trataba de "desmanicomializar", que era otra forma de democratizar Argentina. Para eso, Grandinetti -que también era pintor- acudió al mimo y actor Alberto Sava para crear un grupo de teatro participativo dentro del Borda. Después de un profundo estudio de campo y de los intereses artísticos de los internados, se convocó una asamblea el 15 de noviembre de 1984.

En el libro que compiló este año, Arre y Desmanicomialización. Una puerta a la libertad en Hospitales Psiquiátricos Públicos en Argentina (ed. Artes Escénicas), Sava recuerda la elección del nombre de ese colectivo naciente.

Un paciente propuso que sea Frente porque iban a ir al frente, a enfrentarse con la realidad para transformarla; Artistas, porque querían ser considerados así en vez de locos; y Borda, para sacarle lustre a la palabra, para demostrar que podían pensar y crear.

Boca Borda Sur Inc. Pero como sucedió con Boca en los '90, según la neoideología porteña ni la pasión ni la salud tienen que interferir con los negocios. El año pasado, el Gobierno de la Ciudad presentó el Programa de Reforma del Modelo de Atención de Salud Mental, que básicamente consiste en cerrar los hospitales neurosiquiátricos Borda y Moyano, para reemplazarlos por un sistema de atención"descentralizada" con diez Centros de Internación de 48 camas cada uno, más 12 Hospitales de Día, de atención ambulatoria.
Además, unos 500 enfermos serían ubicados en 17 "casas de medio camino" y familias-sustitutas.



"Macri dice que quiere cerrar estos edificios; no es un proyecto nuevo", se enoja Sava. "Su familia con otros grupos económicos armaron la Corporación del Sur, una empresa estatal con fondos privados que declaró como áreas vacantes una serie de terrenos del Polo Sur, entre ellos el Borda, el Moyano, el Tobar García, la cárcel de Caseros, los hospitales Muñiz y Rawson, la estación Buenos Aires y otros lugares que suman 57 hectáreas de oro para hacer una continuidad urbanística y productiva de Puerto Madero. Macri quiere armar el negocio inmobiliario."

- Y desde el punto de vista de la salud, ¿qué piensa del plan?
- Los centros de internación sostienen la ideología de una institución manicomial, o sea, que la persona esté encerrada y más, custodiada por circuito cerrado de televisión, con falsos espejos de vidrios polarizados. Por otra parte, las casas de medio camino, fueron condenadas por la OMS porque atenían contra la salud mental. No es un proyecto de desmanicomialización sino un aggiornamiento del sistema manicomial.

-¿Y cómo funciona la desmanicomialización?
-Básicamente es convertir al "manicomio" en un hospital general con un área de Salud Mental. Los pacientes viven en casas, preferentemente de familias o en departamentos chicos, recuperan el lazo sociohabitacio-nal. El tratamiento es ambulatorio (hoy no se considera que la locura, salvo los primeros diez días, necesite cama). Las internaciones son cortas. Se,forman cooperativas de trabajo, es decir que los pacientes se insertan en un sistema laboral. Este proyecto se trató de aplicar acá en Argentina cuando terminó el gobierno militar y se eligieron tres lugares-piloto: Río Negro, Córdoba y el Borda. El único lugar donde se cumplió el cierre del manicomio fue en Río Negro, cuya Ley 2440 de 1991 prohibe la creación de nuevos neuropsiquiátricos.

-¿Qué actores se oponen?
-Los laboratorios quieren que los manicomios queden abiertos porque un paciente internado consume entre un 60% y un 70% más de medicación. Aparte, el funcionamiento interno del manicomio es privado: la comida, la seguridad y la limpieza. Por otra parte, los sindicatos reniegan del cierre del manicomio porque aducen estar en contra de la privatización de la salud y de la posibilidad de perder el empleo. No es así, porque en todas las experiencias internacionales, los profesionales y empleados se "reciclaron" en los centros de salud mental de los hospitales generales. En vez de trabajar 500 médicos acá, van a trabajar los mismos pero repartidos.

A desalambrar, a desmanicomializar.


Hace 24 años que el FAB funciona sin pausa. Aparte de las 4.000 representaciones se crearon otras actividades, como el Festival Latinoamericano de Artistas Internados y Externados de Hospitales Neuropsiquiátricos, un evento único en el mundo que este año se celebrará entre el 7 y el 12 de octubre en Mar del Palta. Hoy, el Frente cuenta con once talleres (música, poesía, teatro, mimo, desmanicomialización, fotografía...) planeados por coordinadores artísticos y psicológicos. Durante estos años, muchos pacientes que asistieron a sus talleres fueron "externalizados", dados de alta, como el actual pintor y co-coordinador del taller de plástica Carlos Moretti, o el actor Pedro Benítez, que actuó una obra de Vicente Zito Lema, Gurka, bajo la dirección de Norman Briski.

Se crearon los adorados adorados programas de radio La Colifata y Co-mióManí, el Pan del Borda, el reciente CD Música para la oreja izquierda, poetas deliciosos como Marisa Wagner, Julio Garber (que ya venía del movimiento sesentista de La Rosa Blindada) o Cristian Ruggeri; pintores como Ever Beltrán o Rubén Chiadini y muchos y muchas más.

"Vos ves a las personas que están arrumbadas en un rincón del hospital, que no hacen nada, fuman, comen, cagan y duermen, y luego ves cómo el arte les devuelve un proyecto de vida", se apasiona Sava.

-¿Por qué la importancia de mostrarlo afuera?
-Porque produce tres efectos desmanicomializadores. Uno es personal, al tallerista le hace bien. Desde el momento en que vuelve a tener deseos de hacer y de vincularse vuelve a sentirse una persona. El segundo efecto es institucional. Con la producción artística en la calle se pone de manifiesto esta voz acallada del hospital, que puede denunciar cómo allí se violentan todos los derechos humanos: maltratos psíquico y físico, sobremedica-ción, falta de libertad, mala comida, mala ropa. Eso vuelve al manicomio y se producen grietas, se ponen a flote las contradicciones. El tercero es social: en la medida en que circulen las nuevas tendencias en torno de la locura, hay una esperanza de modificar ese imaginario colectivo.

-En general, al menos desde la imagen peliculera, al loco se lo supone un ser violento, con una tijera abierta en la mano y los ojos inyectados.
-El arte ayuda a desmitificar eso. Cuando la gente viene a los espectáculos, ese prejuicio se empieza a romper. Lo siniestro forma parte de la fantasía. Con el arte fuera de estas puertas la gente puede percibir de otra manera el sufrimiento del loco. Generalmente la violencia se produce cuando una institución es violenta, y por consiguiente violenta a la gente que vive en ella. Si te encierran y te dan mala alimentación, pasas frío, no sociabilizás con nadie, te coartan la libertad y te sobremedican, no creo que eso te tranquilice.

Una tarde con los artista del Borda

Los jueves, el taller de pintura del FAB funciona a mesa llena. La clase pasada, la pintora Andrea Konrat había explicado los rudimentos del movimiento cubista. Hoy pide que dibujen una abstracción, nada que remita a un objeto identificable. Supervisa el coordinador artístico Carlos Moretti, que había sido un paciente del hospital por varios años.

No vuela una mosca y los veinte estudiantes -algunos ya consoüdados y con obra requerida en galerías top- escuchan con fruición. Víctor Baduino, que se recibió en Bellas Artes en la Prilidiano Pueyrredón, hará una obra excepcional sólo con los colores primarios. Rubén Chiodini se enojará porque las paletas -que son bandejas de plástico de rotisería-irán de un lado al otro de manera "caótica". Ever Beltrán se sentará aparte, se dejará los auriculares y pintará sus cuadros náifs que lo hicieron célebre entre la comunidad artística y el embajador de Bolivia, de donde vino. A simple vista, podría ser cualquier grupo de alumnos adultos. Un taller del Rojas, por caso. Pero el galpón donde transcurre la escena está dentro del Borda. La puerta resume la utopía. Sobre ella, cuelga un cuadro con fondo negro y un velocista sobreimpreso en su bicicleta, pedaleando, escapando. O corriendo una carrera a toda velocidad. En cualquier caso, yéndose. En una pared hay una cartulina titulada Entrevista al árbol del taller de poesía: "¿Cuándo fue la última sombra que dio para dos enamorados? ¿Alguna vez se le colgó un psicólogo de las ramas?".

Es que la inquina contra el sistema carcelario y dopador del manicomio en el FAB es manifiesta.
"Apenas entras, te sacan el reloj y el Dni. Te quitan el control del tiempo y te sustraen la identidad. Son elementos de tortura", dice Chiodini". En el galpón del FAB se respira un aire limpio de clonazepam, una de las drogas más usadas por los neuropsiquiátricos. "A nosotros no nos importa la historia clínica, no hacemos ninguna selección. Sólo, la actitud y el deseo de estar", cuenta Alberto Fava, el director del Frente. "Un tallerista que se mete en un movimiento y denuncia y lucha contra eso corre riesgos. Los que pertenecen a la institución podrían no darle los permisos de salida o que lo mediquen mal. El FAB intenta ser un espacio de resistencia y de transformación a la institución manicomial, que es un cachetazo a la dignidad humana." En el taller de música, Alcides cantaba "Y uniré las puntas de un mismo lazo, y me iré tranquilo, me iré despacio".

Por Ezequiel Siddig

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