lunes, 26 de abril de 2010

IDENTIDAD ARGENTINA EN EL BICENTENARIO


Por Alí Mustafá (*)

La memoria se construye sobre las experiencias y la base de los relatos orales o escritos de los pueblos. Ellos ponen en juego pasiones, esperanzas, el trabajo y las luchas que responden a intereses individuales y colectivos. La memoria también rescata del olvido los recorridos de los grupos humanos que emigraron para buscar la realización de sus anhelos, afincándose, proyectando su propia cultura e interactuando con otras originarias y locales instaladas. De esta forma, los inmigrantes junto con los pueblos originarios han construido y construyen nuevas identidades.

La identidad de un pueblo reconoce y se apropia de la memoria histórica y marca una pertenencia a un determinado grupo o sociedad con la que se comparten valores, creencias, costumbres, rasgos culturales que se recrean y dinamizan con la interacción de otras.

Así nos encontramos frente al híbrido cultural que el antropólogo Néstor García Canclini lo define como la condición básica de yuxtaposición y comparación interpretativo-semiótica de diferentes tradiciones de imaginería cultural”

Veamos algunos datos. Desde la etapa fundacional del estado nación se han consolidado diferentes períodos en los que los procesos migratorios fueron centrales para definir el desarrollo de nuevas formas de percibir lo nacional y construir ciudadanías. Durante la colonia para reemplazar la mano de obra indígena los europeos decidieron trasladar a América esclavos de África. Se calcula que de los 60 millones de esclavos que fueron enviados a América, sólo llegaron con vida unos 10 millones. A América del Sur arribaron a través del puerto de Buenos Aires primero, y luego de Montevideo. El destino principal fueron las ciudades del noroeste. En el censo realizado en 1778 la población de origen africano ascendía promedio al 45% aproximadamente del territorio virreinal a la que se sumaba una gran población quechua, aymara, colla, guaraní y otros pueblos originarios.

Por entonces y al momento de nuestra independencia, el actual territorio argentino tenía una baja densidad poblacional. Esta realidad llevó a promover medidas de desarrollo socioeconómico fomentando la inmigración como uno de sus factores fundamentales. En 1853 ese proyecto se plasmó en la letra de la Constitución Nacional y sería el instrumento esencial para promover la inmigración esencialmente de origen europeo. Así la Argentina, al igual que Australia, Canadá, Brasil o Estados Unidos, era considerado un país de inmigración, cuya sociedad ha sido influida por el fenómeno inmigratorio masivo, que tuvo lugar a partir de mediados del siglo XIX.

En 1870 nuestro país tenía una población de 2 millones de habitantes y fue uno de los principales receptores de la gran corriente europea hasta 1950. El impacto sociocultural y económico fue intenso por la cantidad de inmigrantes recibidos y por la escasa población de nuestro territorio. Por otra parte, ya para 1920, dice la Dra. Zulma Recchini de Lattes en La población argentina, un poco más de la mitad de quienes habitaban la ciudad de Buenos Aires, eran nacidos en el exterior. Recién en 1960 la población del país ascendía a 20 millones de habitantes, gracias al aporte de las inmigraciones provenientes de Europa, y en menor medida de Medio Oriente. Hasta entrado los ’70 la Argentina era en América Latina el país con mayor población de inmigrantes de procedencia europea.

En un salto histórico llegamos a los años `90 y vemos que los flujos migratorios vuelven a ponen en discusión nuevas fronteras, nuevas formas interculturales de pensar el trabajo, las economías regionales, la vida social y los procesos de ciudadanización. Aparecieron otras formas de encuentro que no necesariamente significaron un diálogo fecundo pero que sí modifican las relaciones de visibilidad de los inmigrantes.

En los años `80/`90 aparece una diferenciación étnica que le otorga relevancia política y que coloca al fenómeno migratorio como un espacio de discusión, investigación y relevancia en el campo de los aportes del mundo de la cultura. Esto lleva a repensar los acuerdos regionales instalados como el Mercosur y las políticas públicas desde una perspectiva situada en la plena garantía de los derechos sociales y culturales para todos los habitantes, residentes y ciudadanos de la región.

La Argentina y la situación mundial

Las migraciones tienen un impacto cultural, social y económico porque los flujos van en gran medida de las periferias subdesarrolladas a los centros desarrollados en busca de una mejor calidad de vida. La Organización Internacional de Migraciones (OIM) dice que “la emigración proporcionará a las naciones industrializadas la mano de obra que necesitarán en los próximos 50 años debido al envejecimiento de su población”.

En 2005, hubo 200 millones de migrantes en todo el mundo, lo que representa el 3,3 % de la población total del planeta y la OIM calcula que el número no parará de crecer. De ellos, 51 millones se registraron en América. Estados Unidos recibió 38,3 millones mientras que América Latina y el Caribe sólo 6,6 millones de los cuales 1,5 millón llegaron a nuestro país.

En los últimos años el tema se reinstaló con mayor fuerza en la agenda política de los países centrales. En EUA los candidatos presidenciales de las últimas elecciones, Obama y Mc Cain, prometieron una reforma migratoria para mejorar la situación de los 12 millones de inmigrantes ilegales. Esta reforma, que fue anunciada hace unos días por el presidente Barak Obama, permitirá a los trabajadores inmigrantes indocumentados traer a sus familias e impedir la explotación laboral además que podrán pagar el impuesto a las ganancias producidas. Se espera que este ejemplo sea repetido por la Unión Europea que como se sabe ha endurecido su política migratoria generando reacciones fundamentalmente en MERCOSUR, y países de África del Norte.

Hoy, apoyados en varios documentos y compromisos internacionales como el Memorando de Entendimiento entre la Secretaría General Iberoamericana, la OIM y la CEPAL (Montevideo, abril de 2008), los países de la región comienzan a presentar posturas comunes y reafirmar el artículo 10° de la Declaración de Salvador de Bahía (diciembre 2008) que dice “como representantes de sociedades multiétnicas, multiculturales y plurilingües reafirmaron (los presidentes) el valor de la diversidad y manifestaron su preocupación por el aumento de la xenofobia y la discriminación en el mundo y por iniciativas tendientes a impedir la libre circulación de personas”.

También, “condenaron la criminalización de los flujos migratorios y las medidas que atentan contra los derechos humanos de los grupos migrantes destacando que la libre circulación de personas es tan importante como la circulación de bienes y flujos financieros”.

Por otra parte, el informe mundial de desarrollo humano “Superando Barreras” de 2009 expresa que vivimos en un mundo altamente móvil y que la capacidad de una persona de cambiar su lugar de residencia puede impactar sobre su ingreso, su salud y su educación y, al mismo tiempo, constituye un aspecto fundamental de la libertad humana. También señala temores exagerados en los países destinatarios sobre los efectos de la migración relacionados con expresiones de intolerancia o discriminación hacia sectores de la población migrante principalmente a las minorías afrodescendientes, comunidades indígenas y mujeres.

Según el estudio, en Argentina, “la crisis económica de 2001 causó un cambio radical en el flujo migratorio. Si en los ’90 Argentina fue un imán para los inmigrantes, de 2001 a 2003 experimentó un éxodo de 255 mil personas, casi seis veces más que todo el período de 1993 a 2000”. En cambio, cuando En 2005 se comenzó a superar la crisis y se retomó el camino del crecimiento y la producción, la emigración se redujo y la Argentina recibió 1,5 millón de inmigrantes de países limítrofes, China, Corea y en menor medida de Europa oriental y África, erigiéndose como el principal destino de América latina y el Caribe en el ranking del movimiento migratorio.

Finalmente, el Informe “Superando Barreras” destaca las políticas pro-inmigración del gobierno argentino, especialmente aquellas aplicadas a través del Mercosur. Se señala como ejemplo de política pro-inmigratoria la legislación argentina que habilita a cualquier ciudadano sin antecedentes delictuales de un país que forma parte del acuerdo regional a obtener residencia legal. Vemos entonces como el ser humano, que en las relaciones internacionales antes era tomado como ciudadano de un estado, ahora pasa a ser sujeto de derechos y deberes en el plano internacional.

La migración que caracteriza al mundo contemporáneo es tan compleja como los problemas que la generan, aunque el origen podemos visualizarlo en la desigualdad hacia adentro de los estados y las asimetrías socioeconómicas entre los países desarrollados y subdesarrollados.

En estos tiempos, la Argentina vuelve a ser un país de oportunidades. De esta manera estamos frente a una nueva conformación de la identidad regional y nacional, influenciada por diversos factores culturales que sin duda como en otros momentos históricos han impactado en la construcción y desarrollo de nuevos hombres y mujeres, un híbrido cultural.

El bicentenario es una buena oportunidad para apelar a la memoria y volver a reconstruir los valores solidarios, de igualdad de oportunidades e integración que están reflejados en nuestra Constitución Nacional. Y esta en cada uno de nosotros ser los artífices de nuestro propio destino y trabajar en la construcción del relato de una identidad plural y equitativa.

(*) Es licenciado en Periodismo y Comuniaciones por la Universidad Argentina John F. Kennedy (1985). Fue coordinador de gabinete del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires (rango de Secretaría de Estado) desde el 5 de septiembre de 2006 hasta noviembre de 2007. Entre julio de 2004 y junio de 2005 fue director de Industrias

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