lunes, 15 de marzo de 2010

PAN, TRABAJO Y ROSAS


Mujeres que lideran sindicatos, ocupan fábricas y viviendas y, con su lucha, demuestran que el femenino no es un sexo débil.

Por Diego Rojas

Ciertas veces algunas celebraciones se desnaturalizan. Así, el 8 de marzo, Día de la Mujer, aparecen promociones para chicas en spas y restaurantes, los diarios tradicionales publican notas en las que se celebra a empresarias femeninas, algunas personas suponen que basta regalar una tarjeta o una rosa y que ese es todo el sentido de la fecha. Sin embargo, el origen de esta celebración recuerda a obreras, a luchadoras: a mujeres que un día decidieron que la vida podía ser diferente, radicalmente diferente. Que podía ser mejor. Veintitrés reunió a cinco mujeres que defienden esos valores en esta sociedad.

Celia Martínez, trabajadora de Brukman, textil recuperada. “Antes de la ocupación, mi vida era como decía el General: ‘Del trabajo a la casa y de la casa al trabajo’. Después del 18 de diciembre de 2001, cuando ocupamos la fábrica porque los patrones la abandonaron, mi vida cambió. Lo hicimos con la ayuda de los estudiantes. Los vecinos nos dejaban alimentos. Los militantes nos explicaron por qué teníamos que quedarnos en la fábrica y mantenerla en nuestras manos para seguir trabajando. Todo eso me enriqueció, no sabía que se podía tomar una fábrica y decir: ‘Bueno, son mis derechos’. Todo esto me llevó a ser militante, a conocer historias de mujeres luchadoras. Trabajar se convirtió en mucho más que trabajar: luchamos para poder tener esto para el futuro, para los hijos, para los nietos. Después de todos estos años, ahora que la fábrica es de la cooperativa, me siento distinta. Entiendo un poco más de muchas cosas, sobre todo el tema de los desocupados, las necesidades de la gente, que si bien las veía y las vivía, no me involucraba. Tengo un poco más de experiencia para poder decir: ‘Voy a apoyar porque esto es una causa justa’. Ahora sé que cuando los trabajadores tienen necesidades hay que luchar.”

Claudia Consiglio, secretaria gremial SUTEBA Escobar. “Cuando terminé el secundario empecé a trabajar dando clases particulares. Un alumno que no podía aprender a leer y a escribir, conmigo pudo. Eso me hizo un clic y decidí ser docente. Abrirle un mundo de conocimientos a otro me parecía muy bueno. Siempre me preocupó la situación de los trabajadores, por eso me afilié al sindicato. En el ’88 viví la huelga grande, hicimos cuarenta días de paro. Veía a viejas maestras que nunca se movilizaban en la calle, parando, reclamando. Fue un momento muy fuerte. Entonces me acerqué a Tribuna Docente porque veía que faltaba una lucha más a fondo. La lista oficialista siempre se fue acomodando a los gobiernos de turno para sostenerse en el sindicato. Y pelean hasta ahí. En julio del año pasado logramos ganar las elecciones. Creo que vamos bien encaminados. Gratifican las cartas que escriben los chicos, ver que un pibe sale adelante con tu ayuda, poder transmitir que un cambio no es una tarea individual, sino colectiva. Que pueden tener una vida mejor y que tienen derecho a lograrlo. Cuando la escuela se convirtió es un lugar de contención y de alimentación, esto es importante.”

Pamela Muracio, delegada de Kraft (ex Terrabusi). “Cuando entramos a la fábrica pensaba que era un monstruo: inmensa, tenía un montón de beneficios, era el sueño en comparación a otras. Conocía poco de su historia. Indagando me enteré de sus grandes peleas. Hubo una toma importante en el ’74 y otra huelga importante en el ’75. Esta tradición de lucha y experiencia sindical colaboró para que el último conflicto tuviera gran magnitud. Eso se combinó con la nueva generación que atravesó una pelea para conseguir la estabilidad laboral porque éramos todos contratados. En la rama de la alimentación la mayoría de los trabajadores son mujeres. Pero no nos permiten ser maquinistas o cumplir tareas técnicas. Muchas son además jefas de familia. A veces hacemos el mismo laburo de los hombres y ellos tienen categoría y más sueldo. El conflicto del año pasado demuestra el gran protagonismo de las mujeres que se pusieron a la cabeza de la lucha. Hay una continuidad con las obreras que murieron quemadas por reclamar la reducción de la jornada laboral porque seguimos padeciendo las mismas necesidades. Tenemos mucho por lo que seguir peleando.”

Susana Giachino. Guarda en la línea D y delegada. “Soy guarda desde el 2003, cuando logramos la reducción de la jornada laboral. Antes esa función sólo era masculina. En este sector hice mi aprendizaje sindical. Escuchaba a los más antiguos: si tenés voluntad de aprender es buenísimo. Las empresas tercerizadas pasaron a convenio a los trabajadores por obra de los delegados, mientras la UTA peleaba porque no entraran al convenio. Ahora decidimos hacer nuestro sindicato. Un gremio tiene que defender al trabajador, no perseguirlo. Mis compañeras querían una representante mujer y me propusieron si quería participar. Tengo el tiempo: mis hijos ya están grandes y acepté. El escenario sindical del subte es particular. Priorizamos el diálogo, pero si la empresa no escucha, nos obliga a tomar medidas. El paro existe en última instancia. Nadie tiene ganas de parar, pero cuando lo tenemos que hacer, lo hacemos en unidad. El nuevo sindicato lo hacemos a pulmón. Los aportes se hacen en mano. Queremos un sindicato que defienda al trabajador. Me encantaría tener mis nietos y poder contarles este pedacito de mi vida, con una sonrisa, orgullosa y contenta de haber podido participar de todo esto.”

Blanca Castillo, luchadora de la vivienda. “Hace 27 años que vivimos en este edificio en Villa Crespo. Cuando entramos estaba la dictadura, que había expropiado estas casas para hacer la autopista que nunca hizo y las tenía llena de ratas y de basura. Resistimos todo ese momento tan terrible. Nunca quisimos que nos regalen nada. Le dicen a la sociedad pudiente que ocupamos casas y que somos negros vagos que queremos vivir del asistencialismo, pero no es así. Logramos que los trabajadores que no tenemos el dinero para pedirle a un banco podamos obtenerlo mediante el Banco Ciudad. Los vecinos de esta casa formamos la asociación civil Argentina Puede. Compramos el edificio el 9 de octubre del 2003 con un crédito hipotecario de un millón de pesos. Yo soy peronista de cuna, en mis años el papá, la mamá, los abuelos decían: ‘Somos todos peronistas’. Evita para mí es sagrada, jamás habrá un ser igual. Fue maravillosa, extraordinaria y con mucho amor dentro de su corazón. Las mujeres en las últimas dos décadas cumplieron una función extraordinaria en la sociedad civil. Aprendimos a reclamar nuestros derechos. Mi familia está contenta conmigo. Lo que aprendí de mis mayores siempre traté de practicarlo. Tenemos que llenar a la juventud de buenos ejemplos, como los que nos enseñaron nuestras raíces.”

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