lunes, 15 de marzo de 2010

AL PIEDRABUENA LE QUEDARÍA MEJOR PIEDRA MALA Y OLVIDADA


Problemas de gas, de mantenimiento, de salubridad del agua corriente y cloacales, son algunos de los padecimientos del barrio de Villa Lugano. además, existen muchas trabas para el pago de la cuota hipotecaria. Macri y Metrogas ausentes en el sur.

Por Diego Long

Por el lado sudoeste de la avenida General Paz, que marca el límite formal del territorio de la Capital Federal, está ubicado uno de los barrios de monoblocks característicos de los otrora planes habitacionales estatales. Bautizado Comandante Luis Piedrabuena, es un complejo cuya construcción fue decidida a fines de los ’60, en el marco del Programa de Erradicación de Villas de Emergencia (Peve), luego continuado por el Plan Alborada y, más luego, por el Fonavi. Hoy constituye una radiografía exacta de las consecuencias de la falta de políticas oficiales.

La ciudad de Buenos Aires atraviesa un alarmante déficit habitacional que, además de delatar el fracaso histórico del Estado y su obligación constitucional de garantizar una vivienda digna para todos sus habitantes, ha sido agravado seriamente en los últimos años por la ausencia total de políticas habitacionales por parte del Gobierno porteño, a lo que se suma la arremetida de los desalojos.

A las personas en situación de calle, se les suma casi un 10 por ciento de la población que se encuentra viviendo en estado de hacinamiento. Pero al discriminar las áreas, se observa que en el sur este índice alcanza nada menos que al 25 % de la población.

Desidia. El Piedrabuena alberga alrededor de 15 mil personas, que aún pagan su módica cuota, y es regenteado por el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC). Se supone que en el entramado de edificios pequeños y altos, que rodean a aquellos, hay unos 2.120 departamentos. Los que, si bien nacieron con problemas estructurales, la falta de interés del gobierno de Mauricio Macri, ausencia de mantenimiento incluída, está convirtiendo en una pesadilla al sueño de la casa propia.


La calle 2 de Abril entra en diagonal, desde la Gral. Paz, surcando los lomos circulares de las moles envejecidas, cuyas construcciones ya no permiten ver la distancia entre el edificio alto y el bajo. Incluso los puentes peatonales que antes unían una unidad con otra, ahora soportan hasta tres pisos encima. Lejos de la mala fama que suele hacérsele a estos sitios, en el lugar se respira barrio.


Apenas se fija la vista, desde la calle puede verse que las paredes están atestadas de unas cañerías amarillas que trepan hasta lo alto. Los departamentos no tenían conexión de gas y los caños a la intemperie dicen que ahora tienen.


Según los vecinos, Metrogas, no advirtió peligro en ello, ni con los llamados por el intenso olor, que persistía a pesar del viento continuo que sopla por todo el predio. Recién en noviembre de 2007, cuando la librería de M.S. voló por el aire, acudieron con cara de emergencia, vallaron el perímetro y, con la pared lateral a punto de caer y el techo desmembrado, se convencieron.


La falta de control sobre las empresas privadas, característica de esta administración, es sólo uno de los problemas.

Historia de un suplicio. Hace más de cuatro años que otra vecina, Olga, se mudó a su departamento de tres ambientes, en una de las torres. Cuenta que no habían pasado ni tres meses, que empezó a complicarse la ilusión. Llegó en febrero del 2006 y en mayo, cuando su coqueto hogar no la dejaba salir del estado de felicidad, vio saltar su termotanque de la pared de la cocina hacia el living.


“El tanque principal de agua está en la 41, abastece a esa torre, que creo que son nueve pisos; a la 40, que somos cuatro pisos, y a la 39, que son 12”, cuenta, a la vez que explica que no le pueden bajar la presión porque dejarían sin agua a la torre grande.
Cuando vinieron a solucionarle el problema, le hicieron tres fantásticos agujeros en la pared de la cocina que da al exterior, y se los dejaron “de adorno”, dice ella, por unos ocho meses, para que disfrutara de la correntada durante el invierno. Para colmo, los trabajos incluyeron que Metrogas cortara el suministro, y lo hizo, pero interrumpiendo el de todo el barral de medidores. Dejaron sin gas a una veintena de nuevos enemigos. “Yo pensé que me achuraban”, confiesa Olga.


A esta altura se ríe cuando lo cuenta porque fueron seis veces más las que le explotaron los termotanques y calefones que el IVC cambió. En el camino, le mudaron la cocina, le rompieron la mesada y, para sostenerla en el nuevo lugar, levantaron una pared, dentro de la cual quedó la llave de paso del agua.


El último que explotó, en octubre pasado, le dejó una pileta de 15 centímetros dentro de su casa. Olga muestra la marca en el respaldo de un sillón que parece de pana beige y que tiene una franja bien clara y varias marcas de salpicones. Cuenta que su hijo Germán “no se quedó electrocutado porque usa borcegos”. Porque el agua alcanzó todo, heladera, computadora, sillones. La humedad se filtró por debajo del piso de cerámica, que está roto en varios lados y en otros sectores está hinchado como si fuera una alfombra que oculta una pelota. Pronto se romperá.

El sur olvidado. “Hay una desatención absoluta de toda la zona sur. Hay una decisión de no invertir en el mantenimiento del espacio público. La verdad es que fue como si el IVC hubiera desaparecido. En todos estos barrios, pero en Piedrabuena específicamente”, afirma Gabriela Alegre, del Bloque Encuentro Popular para la Victoria. “Ahora cambió el presidente del Instituto de la Vivienda –cuenta la legisladora– pero en estos dos años de Macri fue muy ineficiente. Dejaron de tener presencia en el barrio, complicaron muchísimo el tema de cómo pagar las cuotas de los préstamos, ahora los obligan a ir a pagar al IVC, las boletas no llegan, otras se pierden, muchas veces van al Instituto a pagar y les dicen que no hay sistema. Es una cosa que tendría que ser muy ágil y se convierte en una complicación. Es gente para la que el tema del pago es un esfuerzo importante, como también lo es trasladarse al centro de la Ciudad.”


Con la renuncia de Roberto Apelbaum en febrero, el nuevo presidente del IVC es Omar Abboud, quien, según Alegre, es muy respetado.


De extracción peronista y dirigente del Centro Islámico, era el titular de la Corporación Sur.
Apelbaum venía de la mano de Irsa “a hacer negocios”, según fuentes legislativas, pero ello no alcanzó para desmarcarse de Roberto Petrini, formalmente su segundo en el IVC pero de quien se dice que ostenta el poder real en los papeles. Es un hombre de Macri, que ya desde Boca asistía al ahora jefe de Gobierno en la comercialización de jugadores.


Pero si la llegada de Apelbaum se la relacionó con las intenciones de hacer negocios desde el IVC, a Petrini las malas lenguas lo relacionan directamente con hechos de corrupción.


En diciembre pasado, una investigación avivó el prejuicio. El IVC había contratado un terapeuta, improbablemente idóneo para el cargo, con un sueldo de 5.600 pesos. Pero Mariano Orlando demostró idoneidad en ahorro. Al terapeuta se le descubrió que había comprado un automóvil marca Mercedes Benz, valuado en casi 300 mil pesos. Y también se descubrió que hizo hacer una cédula azul a nombre de Petrini.


De todas maneras, la desidia del IVC no sólo tiene que ver con el desempeño de sus autoridades, ni con su enfrentamiento. En dos años, la administración macrista demostró que la vivienda no es una de sus prioridades. A la fuerte quita y subejecución del año 2008, siguió otra baja en el presupuesto al año siguiente, dejándolo en apenas el 23 por ciento de lo que había votado la Legislatura. Es decir, sólo se cubrieron sueldos y gastos corrientes.


Las consecuencias de este abandono no se agotaron ahí para la familia de Olga. Ni mucho menos. El techo de su patio se rompió, pero si los moradores anteriores no lo hubieran techado, cuando se desprendió una de las mamposterías por las que el barrio reclamaba desde antes de que Olga llegara, le podría haber roto la cabeza a alguien.


El que no se salvó fue su gato. Para la misma época que ella empezó a levantar la voz contra el desprecio del Gobierno, que es la misma época en que Metrogas dejó sin el servicio a una cantidad de vecinos, alguien le quemó todas las plantas y le mató a su gato, envenenándolo. Otra de las impresiones fuertes que le produjo el barrio a la familia, le había dado el nombre al felino: Paco.


No es novedad la proliferación de esa sustancia residual, no apta para el consumo humano, entre los barrios más pobres. Un vecino de la zona, el Pity Álvarez, es una de sus víctimas más famosas. Cuando Mauricio Macri estaba en campaña se acercó al Pity para ofrecerle ayuda con su mal. Pity la rechazó, pero debió habérsela aceptado y haberle pedido que encarara políticas de sanidad, contención e inclusión.


En la esquina de 2 de abril y Montiel, frente a la librería que explotó por el escape de gas, está la salita del barrio, el Cesac Nro. 7. Allí caen los pibes del paco y allí no tienen elementos para hacer nada. Ni un móvil para llevarlos al Santojanni. Los dos carteles más grandes de la salita son el que dice “No hay pediatría de guardia” y el que dice “No hay farmacia”. Se trata de un salón con divisiones tabicadas pero sin techo, lo que no permite usar el aparataje odontológico, por ejemplo, porque no hay asepsia. Está iluminada desde lo alto de las paredes por el sol que dejan pasar unos vidrios esmerilados. A veces, los pibes del barrio los rompen para espiar a las mujeres cuando saben que va la ginecóloga. “Cada dos por tres tengo que salir corriendo, cuando escucho que la doctora grita”, dice una fuente del lugar.


En la puesta de la salita, que es una suerte de garage pequeño, están depositados los residuos patogénicos.
En la misma esquina de Montiel y 2 de Abril, también se filmó el spot publicitario de Francisco de Narváez para las últimas elecciones, simulando ser monoblocks bonaerenses.

Justicia. Además del gas, el agua, la estructura dañada, los vicios de construcción, etc., los tanques de agua se llenan con agua que toman de una cisterna inevitablemente contaminada puesto que no está tapada.


El juez Roberto Gallardo el año pasado hizo lugar a un pedido de amparo de los vecinos. El fallo, que el Gobierno de la Ciudad ha apelado, entre otras cosas, fijaba para el 2 de febrero pasado el plazo para que se presentara un plan completo de refacción para el Piedrabuena. El magistrado advierte en el fallo al jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y a su ministro de Hacienda, Néstor Grindetti, que de no cumplir con los diez puntos ordenados, los haría “...responsables civilmente y con su patrimonio personal de la totalidad de los daños que pudieran sufrir los vecinos del Complejo Habitacional Cnte. Luis Piedrabuena vinculados a las condiciones de habitabilidad”.

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