domingo, 18 de octubre de 2009

DUHALDE O EL REGRESO DE LOS MUERTOS VIVOS


Fueron tres palabras que, si se analizan con frialdad semántica, carecen de valor significativo: “No descarto nada”, una oración que equivale a decir que todo puede ser. Pero en un país donde la dirigencia suele hacer política con más gestos que acciones, a Eduardo Duhalde le bastó esa pequeña frase para ubicarse nuevamente en el centro del escenario y para que se desparramaran chorros de tinta especulando sobre su posible candidatura presidencial por el peronismo para las elecciones de 2011.Viejo zorro de la política, el caudillo lomense tiró el anzuelo y después encomendó a sus laderos declarar, a cuanto micrófono se le cruzara, que él no había dicho que se iba a presentar como candidato a presidente, que todavía falta mucho para hablar de eso, y que ni siquiera habían asumido los últimos legisladores electos como para debatir lo que el país elegirá recién en dos años. Pero el objetivo ya estaba logrado: su nombre entró en la danza de posibles candidatos, los caciques justicialistas comenzaron a otear para ver si había que realinearse y los encuestadores, con certeza, incluirán su apellido en el listado de opciones de su próximo trabajo de campo. Duhalde es un obsesivo por las encuestas, aunque los sondeos de opinión nunca le resultaron muy favorables. Su imagen siempre apareció asociada a las viejas prácticas políticas de los desprestigiados barones del conurbano. Por eso ahora intenta mostrarse como un estadista conciliador desde el Movimiento Productivo Argentino. Fue en el acto de inauguración de la sede cordobesa de esa entidad, realizado el jueves pasado, donde se mostró junto al radical Ricardo Alfonsín e intentó construir una imagen pública de hombre de consenso, capaz de diseñar políticas de Estado. El ex presidente también busca instalarse como el gran piloto de tormenta, cuya pericia permitió sacar a la Argentina de la más profunda de sus crisis contemporáneas, la de diciembre de 2001. De hecho, de esta forma lo presentó el locutor Jorge Formento en el acto organizado por el sindicalista gastronómico que lidera la CGT Azul y Blanca, Luis Barrionuevo, en la sede del sindicato de los trabajadores viales. Allí Duhalde pronunció las tres palabras que alborotaron esta semana el ambiente político.En mayo del 2003, el entonces presidente había dicho que ya no se volvería a presentar para cargos electivos. Había ungido a Néstor Kirchner como su sucesor, pero el romance duró poco. Unos meses después de que el santacruceño se apoltronara en la Casa Rosada, el caudillo lomense se cruzó de vereda. Ahora parece que también decidió rever su promesa de jubilación electoral. Duhalde no sólo dejó picando su posible candidatura, sino que se presenta como el dirigente capaz de aglutinar a un desmembrado peronismo, que hoy preside Kirchner. “Cuando me fui creí que dejaba una renovación partidaria, pero todo fracasó. Hay que volver a reorganizar el peronismo porque hoy es una masa desperdigada”, explicó.Sin embargo, los primeras adhesiones que reunió la posible candidatura presidencial de Duhalde no se vinculan con la nueva política. Más bien todo lo contrario. Uno de los que madrugó para saludar su postulación fue el ex vicepresidente y otrora gobernador bonaerense Carlos Ruckauf. Además del ya mencionado Luis Barrionuevo, sumaron su apoyo el ex gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, y el líder de los peones rurales, Gerónimo Momo Villegas.Duhalde cuenta con algunos dirigentes incondicionales que nunca lo abandonaron, como su ex Jefe de Gabinete Alberto Atanasoff o el presidente del MPA Carlos Brown. Y aunque esta vez carezca del poder que siempre otorga la billetera de la gestión estatal, apuesta a que una vez más los caudillos del conurbano –con quienes tejió excelentes migas desde los ’90– también lo acompañen. Muchos de ellos estarían muy dispuestos porque no le perdonan a Kirchner sus idas y vueltas con lo más tradicional del peronismo bonaerense, pero los apremios de las economías locales los obliga a ser cautelosos en las manifestaciones de apoyo.Buena parte del empresariado argentino, sobre todo el ligado al sector productivo, también ve con simpatía a Duhalde, un dirigente que acostumbra a mencionar a la devaluación como un camino necesario para el crecimiento. La medida, por ejemplo, es pregonada por la Unión Industrial Argentina, uno de cuyos principales dirigentes es José Ignacio de Mendiguren, quien fuera ministro de la Producción tras la crisis de 2001.La reaparición de Duhalde está íntimamente relacionada con un fenómeno inusual en el peronismo: la inexistencia de un líder detrás del cual se encolumne. Después de unas elecciones que no arrojaron un claro ganador, la última esperanza de encontrar un liderazgo había sido depositada en Carlos Reutemann, pero él mismo se encargó de abortar esa posibilidad cuando se peleó con su vieja compañera de recorrido, la senadora Roxana Latorre, e invitó a quienes lo promovían a que (SIC) “se metan la candidatura presidencial en el medio del culo”. Como le pasó en aquel recordado Gran Premio de la Argentina, cuando era corredor de Fórmula 1, Lole se mancó en el momento en parecía inminente su consagración. Y sobre llovido, mojado: acaba de perder las elecciones santafesinas, su pago chico, a manos del socialismo encabezado por Hermes Binner.Caída la candidatura de Reutemann en los agujeros más profundos, el PJ no encuentra reemplazante. Felipe Solá y Mario Das Neves no mueven el amperímetro y la figura de Mauricio Macri –que utiliza el sello del Pro pero que tiene a varios peronistas que lo apuntalan– cada día parece estar más municipalizada. Ante este escenario, Duhalde piensa que podría ser llamado a ocupar ese vacío, como la única pieza capaz de aglutinar a todo el PJ. El ex presidente está convencido de que el único sistema político posible para la Argentina es el bipartidismo. Por eso, su primera apuesta, consiste en reunificar el justicialismo y convertirse en su líder, como paso inicial para transformarse en su candidato. Por eso también, está interesado en el resurgimiento y fortalecimiento del radicalismo. “Mi opinión –dijo Duhalde en estos días– es que es hora de que los dirigentes vuelvan a sus orígenes partidarios, yo no puedo creer que haya gobernadores o intendentes radicales que se digan que son K”. Y agregó: “En la historia Argentina nunca se eligió un presidente que no sea radical o peronista.


Hay que reconstruir lo que tenemos, y hoy tenemos dos grandes partidos.” Con esa lectura, después de la derrota del oficialismo el 28 de junio, comenzó una ronda de reuniones que incluyó a los gobernadores Daniel Scioli, Jorge Capitanich, José Luis Gioja y a los peronistas disidentes como Solá, Busti, Ramón Puerta y Juan Carlos Romero. Pero sus encuentros no terminaron ahí: según el portal de Nueva Mayoría, la consultora de Rosendo Fraga, Duhalde se reunió varias veces en el último tiempo con el vicepresidente Julio Cobos para comenzar a trabajar en un núcleo de acuerdos que garanticen la gobernabilidad al próximo presidente, sea Cobos, Reutemann, Macri o el mismísimo Duhalde. Mientras realiza todos estos movimientos, el Gobierno Nacional prefiere ignorarlos. Ningún dirigente oficialista salió a pronunciarse sobre su posible candidatura. Si le contestan, creen, sería darle la entidad de un rival de peso. Ganar una elección presidencial es una asignatura pendiente para el caudillo bonaerense.


Cuando pensaba que en 1995 tenía la Casa Rosada al alcance de la mano, el Pacto de Olivos le permitió a Carlos Menem la reelección y debió postergar sus sueños. En el próximo turno, allá por 1999, se tuvo que hacer cargo del desprestigio de Carlos Menem y sucumbió ante Fernando de la Rúa y, cuando por fin asumió la presidencia en la crisis de 2001 –no por un triunfo en las urnas sino electo por mandato del Congreso ante la acefalía imperante– debió irse de manera anticipada y sin la posibilidad de validar su nuevo cargo en los comicios, luego de los asesinatos –a manos de la Policía Bonaerense– de los militantes sociales Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Todavía faltan dos años para que los argentinos se den un nuevo presidente. Demasiado tiempo en un país cuyos dirigentes políticos mueren, resucitan, vuelven a morir y a resucitar en lapsos tan cortos como pueden ser dos meses. Pero Duhalde sabe que para recorrer un camino largo, siempre hay que dar un primer paso..

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