miércoles, 23 de septiembre de 2009

SALIR A BUSCAR EL MANGO


Realidades como el trabajo infantil y la flexibilización laboral en los jóvenes pobres golpean fuertemente en los barrios de Rosario, así como en el centro de la ciudad. Muchos de los pibes que trabajan, lo hacen en condiciones precarias y la gran mayoría engrosa la lista de la desocupación.


El trabajo infantil es una de las problemáticas que probablemente no reciba las respuestas adecuadas a las historias de vida de las familias castigadas por la pobreza y la marginalidad. Los niños que hoy crecen trabajando, provienen de núcleos familiares desmembrados por la falta de trabajo.

De acuerdo a datos relevados en el año 2007 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al menos 57 mil chicos de entre 5 y 17 años trabajan en las calles y en los basurales del país recolectando y reciclando residuos, y de ellos, el 60 por ciento son menores de 14 años. El documento de la OIT señala que el reciclaje de residuos es el segundo "trabajo" más extendido entre los más chicos y el cuarto entre quienes tienen entre 14 y 17 años. “Lo que ha empeorado son las condiciones de vida de los chicos. En todo caso, las condiciones que en los barrios viven los chicos, cada vez son más invisibles para el resto de la sociedad” opina Marcela Lapenna, psicóloga y coordinadora del Centro de Día C.H.I.C.O.S, en una entrevista realizada por este medio en el año 2008. “El trabajo infantil, sin duda, ocasiona un deterioro en cuanto a la vulneración de los derechos del niño a no poder disfrutar de su propia niñez. Pero es la pobreza la que causa el deterioro. El deterioro con el que nos encontramos con los chicos que salen a trabajar es previo, por eso salen”.

Por otro lado, en lo que respecta al la situación laboral de jóvenes y adolescentes, la OIT presentó un informe “Propuestas para una política de trabajo decente y productivo para la juventud” en el año 2008, donde se establece que a la gran mayoría de los jóvenes que obtienen un trabajo no se les respetan derechos básicos como vacaciones, aguinaldo y aportes jubilatorios. A nivel nacional, el desempleo juvenil, del 25%, es casi tres veces superior al del promedio de la población económicamente activa, siendo la participación de la mujer mucho menor (39%) que la de los varones (54,6%).

Haciendo foco en las historias locales, en Ludueña muchos pibes se pasan el día entero trabajando, explotados por las condiciones miserables de empleo que impone el sistema. “El padre Edgardo (Montaldo) siempre dice que cuando se va a dormir se pregunta, ¿para quién trabaje hoy?. Alomejor, a los pibes uno les da una mano para que no caigan en la droga y el robo, pero después terminamos habilitando jóvenes para que trabajen superexplotados, consumiendo en el mercado, en este sistema. Esta pregunta de Edgardo deberíamos hacerla continuamente, uno logra estar conteniendo para que los pibes caigan lo menos posible, pero después no es muy auspicioso que caigan en la cuestión del mercado, terminan explotados por dos mangos. Entonces, pareciera ser que la juventud no tiene salida. O terminas robándole a tu vecina o terminás en la empresa del centro, explotado, consumiendo en el shopping que es lo que todo el mundo aspira”, reflexiona Manuel López.

Entrevistado por enREDando, el músico Varón Fernandez nos dice que “los chicos que estaban en La Vagancia hoy trabajan más de 10 horas, y en la mayoría de los casos es así. Hay una idea de que el joven no sirve porque no tiene experiencia, porque está en mal estado y se lo subestima de antemano. La cuestión es ver cómo nos vamos abriendo camino a la formación. Cómo uno se va haciendo, sin perder la ternura, uno va buscando. Por eso hay que escuchar y acompañar a los pibes.”

También Varón escribía una nota tiempo atrás, donde decía: “Algunos pueden estudiar y “ser alguien”, hacer lo posible para tener un título para defenderse, hacer lo posible para no faltar, buscar compinches que puedan acompañarse, trabajar. Trabajar en lo que puedan, en lo que haya y preguntar en la medida de lo posible cómo se hace tal o cual cosa, una pared, un tapial, una pintura. Lo que fuese, claro, en la medida de lo posible, ya que en la mayoría de los casos son peones de albañil, carpinteros, vendedores ambulantes y esto los lleva a trabajar al lado de gente mayor, quienes ya vivieron etapas poco felices, como padres de familias muy verticalistas (en las cuales está muy presente el estado y la iglesia). Entonces tienen que soportar lo que terriblemente se llama el derecho de piso, y se la bancan. La mujer igual: desarrolla actividades como costurera o cajera de un supermercado. De la ciudad o del campo la sensación es la misma, la humillación es la misma. Pero a pesar de esto el joven estudia, trabaja y se solidariza con sus hermanos, aunque participar y decidir le signifique un sacrifico enorme por el verticalismo establecido en las instituciones de esta sociedad. Aún a pesar de estos impedimentos, se junta, participa, decide, intentando así hacer su vida más feliz, tranquila.”

Según la OIT “los jóvenes que pertenecen a las familias más pobres se ven obligados a integrarse al mercado de trabajo, aún cuando el empleo que puedan obtener implique el abandono de los estudios y la aceptación de condiciones laborales precarias.” Dentro del conjunto de la población joven ocupada “la característica más saliente es la magnitud que adquiere el fenómeno de la informalidad laboral, ya que casi dos de cada tres trabajadores se desempeñan en esta condición.”

Además, para los jóvenes ocupados, “el empleo asalariado es la alternativa laboral más extendida, ya que abarca al 85% del total. En cambio la opción por el trabajo independiente o cuenta propia sólo incluye al 9,2%.” El 65,5% de los jóvenes asalariados no goza de los beneficios que otorgan las normas de protección al trabajo, ya que no se encuentra registrado en el Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones.

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